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1Job continuó así su discurso:
2¡Si pudiera revivir el pasado,
cuando Dios se ocupaba de mí,
3cuando su lámpara[#29,3: Es aquí imagen de la cercanía amorosa del Señor a través de los peligros —oscuros pasos— de la vida.]
brillaba sobre mi cabeza
y su luz iluminaba mis tinieblas!
4¡Aquellos días de mi otoño,[#29,4: Es decir, de mi madurez, por cuanto para la cultura semita el otoño no es principalmente la antesala del invierno, sino el momento en que culmina la recogida de frutos.]
cuando Dios era un íntimo en mi tienda,
5cuando sentía al Todopoderoso conmigo
y todos mis hijos me rodeaban!
6Cuando lavaba mis pies en leche
y la roca me daba arroyos de aceite.
7Cuando iba a la puerta de la ciudad
y, al tomar asiento en la plaza,
8los jóvenes se escondían al verme,
los ancianos se ponían de pie;
9la gente principal callaba,
tapándose la boca con la mano;
10enmudecía la voz de los notables,
se les pegaba la lengua al paladar.
11La gente que me oía me felicitaba,
quien lo veía se ponía de mi parte;
12yo libraba al pobre suplicante,
al huérfano carente de ayuda;
13recibía la gratitud del moribundo,
devolvía la alegría a las viudas.
14La justicia me cubría como un vestido,
me arropaba lo mismo que un manto,
y el derecho me servía de turbante.
15Yo era ojos para el ciego,[#Pr 29,7.]
era pies para los cojos;
16era padre de los pobres,
abogado de extranjeros.
17Rompía los colmillos del malvado
y arrancaba la pieza de sus dientes.
18Pensaba: “Moriré en mi nido,
prolongaré mi vida como el Fénix,
19con mis raíces a la orilla del agua
y el rocío de la noche en mi ramaje;
20mi prestigio irá en aumento
y mi arco se reafirmará en mi mano”.
21La gente me escuchaba expectante,[#29,21-25: Según numerosos especialistas, estos versículos parece que están desplazados y deberían situarse entre los vv. 10 y 11. De todos modos, revelan también aquí un gran sentido narrativo, pues constituyen el precedente que justifica el de 30,1.]
en silencio, esperando mi consejo;
22nada añadían cuando yo terminaba,
recibían mis palabras como rocío;
23me esperaban como a lluvia temprana,
boquiabiertos al agua de primavera.
24Les sonreía y no daban crédito,
los animaba la luz de mi rostro.
25Les mostraba el camino y los guiaba,
lo mismo que un rey ante sus tropas;
los guiaba y se dejaban conducir.