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2La maldad habla al malvado
en lo íntimo de su corazón.
Jamás tiene él presente
que hay que temer a Dios.
3Se cree tan digno de alabanzas,
que no encuentra odiosa su maldad.
4Es malhablado y mentiroso,
perdió el buen juicio, dejó de hacer el bien.
5Acostado en su cama, planea hacer lo malo;
tan aferrado está a su mal camino
que no quiere renunciar a la maldad.
6Pero tu amor, Señor, llega hasta el cielo;[#36.6 Este paso brusco de la reflexión sapiencial a la alabanza hace resaltar más la oposición entre la bondad del Señor y la maldad del impío. Cf. Sal 5.5-7.]
tu fidelidad alcanza al cielo azul.
7Tu justicia es como las grandes montañas;
tus decretos son como el mar grande y profundo.
Tú, Señor, cuidas de hombres y animales.
8¡Qué maravilloso es tu amor, oh Dios!
¡Bajo tus alas, los hombres buscan protección!
9Quedan completamente satisfechos
con la abundante comida de tu casa;
tú les das a beber de un río delicioso,
10porque en ti está la fuente de la vida
y en tu luz podemos ver la luz.
11Brinda siempre tu amor y tu justicia
a los que te conocen,
a los hombres honrados.
12No dejes que me pisoteen los orgullosos
ni que me zarandeen los malvados.
13¡Vean cómo caen los malhechores!
¡Caen para no volver a levantarse!