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1Aprecia al médico y págale por sus servicios,[#38,1: Según el texto hebreo habría que traducir: .]
pues también él es criatura del Señor.
2Y es que la curación procede del Altísimo[#38,2: El texto hebreo dice: , lo que daría lugar a la siguiente traducción: (del médico) .]
mientras que las dádivas se reciben del rey.
3La ciencia del médico restablece al enfermo[#38,3: Lit. .]
y se gana la admiración de los nobles.
4El Señor proporciona remedios sacados de la tierra,
la persona sensata no los desprecia.
5¿No se volvió dulce el agua al contacto con un madero,
poniéndose así de manifiesto su poder?
6El Señor dio inteligencia a los humanos
para que lo glorifiquen por sus maravillas.
7Con esas sustancias el médico calma el dolor
y el farmacéutico prepara las medicinas.
8De esta manera no se extingue la actividad del Señor
y su paz cubre la superficie de la tierra.
9Hijo mío, si caes enfermo no pierdas el ánimo,
antes bien ruega al Señor, y él te sanará.
10Aléjate del mal, pórtate con rectitud[#38,10: Lit. .]
y purifica tu conciencia de todo pecado.
11Presenta un sacrificio de suave olor,
una ofrenda memorial de flor de harina
y ofrendas generosas según tus recursos.
12Luego debes acudir al médico,
pues también él es criatura del Señor;
que no se aparte de tu lado, ya que lo vas a necesitar
13y, en más de una ocasión, él puede tener la solución.
14También los médicos se encomiendan al Señor
para que les dé acierto a fin de aliviar el dolor
y encontrar remedio para salvar una vida.
15¡Que caiga en manos de un médico
el que peca contra su Creador!
16Hijo mío, llora por el que ha muerto
y entona un canto fúnebre en señal de dolor;
entiérralo según sus disposiciones
y no desatiendas su sepulcro.
17Llora amargamente, da rienda suelta a tu dolor,[#38,17: Lit. , o bien: (el pecho) .]
hazle un funeral digno de su persona:
que dure uno o dos días para evitar críticas
y después busca consuelo a tu tristeza.
18Pues la tristeza conduce a la muerte
y la pena interior consume las fuerzas.
19La adversidad hace más intensa la tristeza,
no hay peor maldición que una vida de miseria.
20No entregues tu corazón a la tristeza,
recházala y piensa en el porvenir.
21Ten en cuenta todo esto, pues no hay retorno
y, sin utilidad para el muerto, te dañarás a ti mismo.
22Recuerda que su destino será también el tuyo;
si a él le tocó ayer, a ti te tocará hoy.
23Cuando un muerto descansa, se esfuma su recuerdo;
puesto que ha expirado, trata de consolarte.
24La sabiduría que posee el maestro de la ley[#38,24: Lit. , persona encargada de conservar y transmitir el texto de la ley y demás libros sagrados; a veces también desempeñaba la función de interpretar y explicar dicha ley.]
crece cuando aprovecha el tiempo libre;
el que no se enreda en ocupaciones, se hará sabio.
25¿Cómo va a hacerse sabio el que no suelta el arado,
el que presume de blandir la aguijada,
sólo se preocupa de que los bueyes hagan su labor
y no sabe hablar más que de novillos?
26Ha puesto toda su ilusión en trazar surcos
y sus desvelos en cebar terneros.
27Y lo mismo el artesano o el maestro de artesanos
que se pasa el día y la noche trabajando;
o los que tallan los relieves de los sellos
esforzándose en variar el diseño:
se desviven por reproducir exactamente el dibujo
y a fuerza de vigilias concluyen la obra.
28Y otro tanto el herrero, sentado junto al yunque
sin perder ojo a la elaboración del hierro:
el soplo del fuego derrite sus carnes
mientras brega en medio del calor de la fragua
y los golpes del martillo aturden sus oídos.
Con la mirada fija en el modelo a copiar,
se aplica con todo el alma a concluir la obra
rematando los detalles sin escatimar desvelos.
29E igualmente el alfarero entregado a su tarea
y haciendo girar el torno con sus pies;
permanentemente concentrado en su trabajo
y llevando cuenta de las obras que produce.
30Con su brazo moldea la arcilla,
con los pies ablanda su dureza;
pone el mayor esmero en rematar el barnizado,
todos sus desvelos en mantener limpio el horno.
31Todos estos confían en sus manos
y cada uno es un experto en su oficio.
32Sin ellos no se podría construir una ciudad,
sería imposible residir y pasear.
33Pero no son elegidos como consejeros del pueblo
ni en la asamblea ocupan puestos de relieve;
no entrarán a formar parte de un tribunal
ni se pronunciarán en cuestiones de derecho;
34no brillan por su cultura o su capacidad de decisión[#38,34: Lit.]
ni se los conoce como entendidos en proverbios.
Pero ellos contribuyen a consolidar la creación
y cuando oran lo hacen pensando en su oficio.