1 JUAN 4

1 JUAN 4

Dios y el mundo

1Queridos, andan por ahí muchos pretendidos profetas que presumen de poseer el Espíritu de Dios. Antes de fiarse de ellos, comprueben si verdaderamente lo poseen.[#Dt 13,2-6; 18,20-22; 28,9; Mt 7,15-20; 24,4-5.24; Col 2,8; 1 Ts 5,21; 2 Pe 2,1; 2 Jn 7.]

2Si reconocen que Jesucristo ha venido como verdadero hombre, es que poseen el Espíritu de Dios.

3Pero si no reconocen a Jesús, es que su espíritu no es de Dios, sino del anticristo, del cual ustedes han oído que estaba a punto de llegar; y, en efecto, ya está en el mundo.[#2,18 (ver Hch 20,29; 2 Ts 2,7).]

4En cuanto a ustedes, hijos míos, pertenecen a Dios y han vencido a esos falsos profetas, pues el que está con ustedes es más fuerte que el que está con el mundo.

5Ellos, como son mundanos, hablan de cosas mundanas, y la gente mundana les presta atención.[#Jn 15,19; 17,4.]

6Pero nosotros pertenecemos a Dios, y nos escuchan los que conocen a Dios. No nos escuchan, en cambio, los que no conocen a Dios. Ahí tienen la piedra de toque para discernir dónde está el error y dónde la verdad.

III. El amor y la fe (4,7‒5,12)

En las fuentes del amor

7Queridos, Dios es la fuente del amor: amémonos, pues, unos a otros. El que ama es hijo de Dios y conoce a Dios.[#3,11.23; Jn 13,34.]

8El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor.[#4,11.16; Jn 3,16; Ef 2,4-5; Col 2,13.]

9Y Dios ha demostrado que nos ama enviando a su Hijo único al mundo para que tengamos vida por medio de él.

10Pues el amor radica no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo como sacrificio por nuestros pecados.[#2,2; Rm 5,8; 2 Co 5,19.]

11Queridos, si a tal extremo ha llegado el amor de Dios para con nosotros, también nosotros debemos amarnos mutuamente.

12Es cierto que jamás alguien ha visto a Dios; pero, si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor alcanza en nosotros cumbres de perfección.[#Ex 33,20; Jn 1,18; 1 Tm 6,16.]

13Estamos seguros de que permanecemos en Dios y Dios permanece en nosotros, porque nos ha hecho partícipes de su Espíritu.

14Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado a su Hijo como salvador del mundo.[#1,2; Jn 3,17; 4,42.]

15Quien reconoce que Jesús es el Hijo de Dios, permanece en Dios y Dios en él.[#2,23; Rm 10,9.]

16Por nuestra parte, hemos conocido y hemos puesto nuestra confianza en el amor que Dios nos tiene. Dios es amor, y quien permanece en el amor, permanece en Dios y Dios permanece en él.[#4,8; Rm 5,8.]

17Nuestro amor alcanza su más alto nivel de perfección cuando, al compartir nosotros ya en este mundo la condición de Cristo, nos hace esperar confiados el día del juicio.[#2,5.28; 4,12.]

18Amor y temor, en efecto, son incompatibles; el auténtico amor elimina el temor, ya que el temor está en relación con el castigo, y el que teme es que aún no ha aprendido a amar perfectamente.[#Rm 8,15.]

19Amemos, pues, nosotros, porque Dios nos amó primero.[#4,19: Bastantes mss., alguno de valor, añaden:]

20Quien dice: «Yo amo a Dios», pero al mismo tiempo odia a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, si no es capaz de amar al hermano, a quien ve?[#3,11.23; Lv 19,18; Mt 22,36-40 (ver también 5,23-24.44-45); Jn 13,34; 1 Co 13.]

21En fin, este mandamiento nos dejó Cristo: que quien ama a Dios, ame también a su hermano.

La Palabra (BLPH) versión hispanoamericana Copyright © Sociedad Bíblica de España, 2010 Utilizada con permiso
Published by: Bible Society of Spain