NEHEMÍAS 9

NEHEMÍAS 9

Confesión del pueblo de Israel

1El vigésimo cuarto día de ese mes se reunieron los israelitas y ayunaron vestidos de sayal y cubiertos de polvo.[#ver 1 Re 21,27.]

2Se separaron los del linaje de Israel de todos los extranjeros y, en pie, confesaron sus pecados y las culpas de sus antepasados.[#ver Esd 9,1-2.]

3Durante una cuarta parte del día, estando de pie en su sitio, leyeron el Libro de la Ley del Señor, su Dios; durante otra cuarta parte del día reconocieron sus pecados y adoraron al Señor, su Dios.

4Luego subieron al estrado los levitas Josué, Baní, Cadmiel, Sebanías, Bunní, Serebías, Baní y Quenaní e invocaron en alta voz al Señor, su Dios.

5Esto es lo que dijeron los levitas Josué, Cadmiel, Baní, Jasabnías, Serebías, Hodías, Sebanías y Petaías:

—Decídanse a bendecir al Señor su Dios:

Desde siempre y para siempre

sea bendito tu nombre glorioso,

que sobrepasa toda bendición y alabanza.*

6Tú eres el Señor, solo tú.

Tú hiciste los cielos,

lo más alto de los cielos

y todos sus ejércitos;

la tierra y cuanto hay en ella,

los mares y todo cuanto hay en ellos.

A todas las cosas das vida

y te adoran los ejércitos del cielo.

7Tú eres el Señor,

el Dios que escogió a Abrán,

a quien sacaste de Ur de los Caldeos

y pusiste por nombre Abrahán.

8Viste que te era fiel

e hiciste alianza con él,

para darle a él y a su linaje

la tierra del cananeo, del hitita,

del amorreo, del fereceo,

del jebuseo y del guirgaseo.

Y siendo como eres leal,

has cumplido tu palabra.

9Tú viste cómo sufrían

nuestros antepasados en Egipto,

escuchaste en el mar de las Cañas su clamor.

10Hiciste señales y prodigios

contra el faraón y todos sus siervos,

contra todo el pueblo de su tierra,

porque pudiste comprobar

con cuánta insolencia los trataban.

Así te labraste una fama

que hoy todavía perdura.

11Abriste el mar ante ellos

y lo cruzaron a pie enjuto.

Arrojaste a sus perseguidores

al abismo como se lanza una piedra

a las aguas turbulentas.

12Durante el día los guiaste

mediante una columna de nube;

por la noche los alumbrabas

mediante una columna de fuego

para que prosiguieran su camino.

13Descendiste al monte Sinaí

y hablaste con ellos desde el cielo.

Les diste normas justas,

leyes verdaderas,

buenos preceptos y estatutos.

14Les hiciste saber que el sábado

es día consagrado a ti.

Por medio de tu siervo Moisés

les procuraste mandamientos,

unos estatutos y una ley.

15Para su hambre, les diste pan del cielo;

para su sed, agua brotada de la peña.

Les dijiste que entraran a poseer la tierra,

que habías jurado solemnemente regalarles.

16Pero nuestros antepasados

actuaron con soberbia

y desoyeron, tercos, tus mandatos.

17No quisieron escucharte,

no se acordaron de las maravillas

que hiciste en su favor;

rebeldes y tozudos,

se empeñaron en regresar

a su situación de esclavitud.

Pero tú eres un Dios que perdona,

un Dios clemente y compasivo,

lento a la ira y rico en amor.

Así que no los abandonaste,

18ni siquiera cuando se hicieron

un becerro fundido y proclamaron:

«Este es el dios que te sacó de Egipto»,

cometiendo así un tremendo pecado.

19Tú, por tu inmensa ternura,

no los abandonaste en el desierto.

No les faltó la columna de nube

para guiarlos por el camino durante el día,

ni la columna de fuego,

para alumbrar por la noche

la senda que debían recorrer.

20Les diste tu buen espíritu

y de esa manera los instruiste;

no retiraste tu maná de su boca,

y para su sed los abasteciste de agua.

21Los sustentaste en el desierto

y nada echaron en falta:

no envejecieron sus vestidos,

ni se hincharon sus pies.

22Les diste reinos y pueblos

que se repartieron por distritos.

Se apoderaron del país de Sejón, rey de Jesbón,

de la tierra de Og, rey de Basán.

23Multiplicaste sus hijos

como las estrellas del cielo;

los introdujiste en la tierra

que habías jurado dar a sus antepasados.

24Vinieron sus hijos y conquistaron el país:

les sometiste sus habitantes,

pusiste a los cananeos en sus manos,

tanto a los reyes como a la gente del país,

para que dispusieran de ellos a su antojo.

25Conquistaron ciudades fortificadas

y también la tierra fértil.

Se hicieron con casas repletas de bienes,

con cisternas excavadas,

con viñas y olivares,

con gran cantidad de árboles frutales.

Comieron, se saciaron, engordaron;

y gracias a tu bondad

disfrutaron de una vida deliciosa.

26Pero no te obedecieron

y se rebelaron contra ti

dando la espalda a tu ley.

Mataron a tus profetas,

que les reprendían

para que se convirtieran a ti,

y te ofendieron gravemente.

27Así que los entregaste a sus enemigos

y estos los oprimieron.

Entonces angustiados, clamaron a ti

y tú los escuchaste desde el cielo:

lleno de compasión

les procuraste libertadores

que los salvasen de sus enemigos.

28Pero apenas se sentían en paz,

otra vez volvían a ofenderte,

y otra vez los entregabas

en manos de sus enemigos

que volvían a oprimirlos.

De nuevo clamaban a ti

y tú los escuchabas desde el cielo.

Así fue como los libraste muchas veces

conforme a tu gran misericordia.

29No cesabas de amonestarlos

para que se convirtieran a tu ley;

ellos, sin embargo, fueron soberbios

y no escucharon tus mandatos.

Pecaron contra tus normas

que dan vida a quien las cumple;

rebeldes, te dieron la espalda

y, tercos, no quisieron escuchar.

30Los soportaste durante años,

tu espíritu los amonestó

por medio de tus profetas,

pero ellos no quisieron escuchar;

por eso los entregaste

a gentes de [otros] países.

31Pero en tu gran misericordia

no los abandonaste ni aniquilaste,

tú que eres un Dios clemente y compasivo.

32Ahora, pues, Dios nuestro,

Dios grande, poderoso y terrible,

que eres misericordioso

y te mantienes fiel a la alianza:

¡No tengas en poco todo el dolor

que sufrieron nuestros reyes,

nuestros príncipes y sacerdotes,

nuestros profetas y todo tu pueblo

desde los tiempos de los reyes asirios

hasta el día de hoy!

33Te has portado justamente

en cuanto nos ha sucedido;

tú has actuado rectamente,

nosotros hemos sido los perversos.

34Nuestros reyes y nuestros jefes,

nuestros sacerdotes y antepasados

incumplieron tu ley:

no atendieron tus mandamientos

ni las advertencias que les hiciste.

35Les habías concedido un reino

y una gran prosperidad

en una tierra fértil y espaciosa;

pero no te sirvieron

ni se apartaron del mal.

36Pues bien, hoy vivimos como esclavos

en la tierra que diste a nuestros antepasados

para que comieran sus frutos

y gozaran de sus bienes.

¡Hoy vivimos en ella como esclavos!

37Produce frutos abundantes,

pero son para los soberanos

que has puesto sobre nosotros

a causa de nuestros pecados.

Disponen a su capricho

tanto de personas como de ganados,

mientras una tremenda angustia

se apodera de nosotros.

La Palabra (BLPH) versión hispanoamericana Copyright © Sociedad Bíblica de España, 2010 Utilizada con permiso
Published by: Bible Society of Spain