Salmos 90

Salmos 90

SALMO 90 (89)

LIBRO IV

Eternidad de Dios y fragilidad del hombre

11 (1b) Señor, tú has sido nuestro refugio

por todas las edades.

2Desde antes que se formaran los montes

y que existieran la tierra y el mundo,

desde los tiempos antiguos

y hasta los tiempos postreros,

tú eres Dios.

3Haces que el hombre vuelva al polvo

cuando dices: «Vuelvan al polvo, seres humanos.»

4En verdad, mil años, para ti,

son como el día de ayer, que pasó.

¡Son como unas cuantas horas de la noche!

5Arrastras a los hombres con violencia,

cual si fueran solo un sueño;

6son como la hierba, que brota y florece a la mañana,

pero a la tarde se marchita y muere.

7En verdad, tu furor nos consume,

¡nos deja confundidos!

8Nuestros pecados y maldades

quedan expuestos ante ti.

9En verdad, toda nuestra vida

termina a causa de tu enojo;

nuestros años se van como un suspiro.

10Setenta son los años que vivimos;

los más fuertes llegan hasta ochenta;

pero el orgullo de vivir tanto

sólo trae molestias y trabajo.

¡Los años pronto pasan, lo mismo que nosotros!

11¿Quién conoce la violencia de tu enojo?

¿Quién conoce tu furor?

12Enséñanos a contar bien nuestros días,

para que nuestra mente alcance sabiduría.

13¡Señor, vuélvete a nosotros!

¿Cuánto más tardarás?

¡Ten compasión de estos siervos tuyos!

14Llénanos de tu amor al comenzar el día,[#90.14 Véase Sal 46.5 (6) n. Cf. Sal 30.5 (6); 143.8.]

y alegres cantaremos toda nuestra vida.

15Danos tantos años de alegría

como los años de aflicción que hemos tenido.

16¡Haz que tus siervos y sus descendientes

puedan ver tus obras y tu gloria!

17Que la bondad del Señor, nuestro Dios,

esté sobre nosotros.

¡Afirma, Señor, nuestro trabajo!

¡Afirma, sí, nuestro trabajo!

Texto © Sociedades Bíblicas Unidas, 1994.
Published by: United Bible Societies