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1En cierta ocasión, el rey Sargón de Asiria envió a un alto oficial a la ciudad de Asdod, y el oficial atacó a la ciudad y la conquistó.
2Por ese tiempo habló el Señor por medio de Isaías, hijo de Amós, y le dijo: «Quítate esa ropa áspera que llevas puesta y el calzado que tienes en los pies.»[#20.2 evidentemente, unos tres años antes (v. 3). Con frecuencia, los profetas daban más fuerza a su mensaje realizando acciones simbólicas. Véase Jer 13.1-11 n., y cf. Ez 4.1—5.17.]
Isaías lo hizo así y se quedó descalzo y medio desnudo.
3Entonces dijo el Señor: «Mi siervo Isaías ha estado descalzo y medio desnudo durante tres años, como señal y anuncio para Egipto y Etiopía.
4Así también el rey de Asiria llevará al destierro a los egipcios y a los etiopes, sean viejos o jóvenes, descalzos y desnudos, con el trasero al aire para su vergüenza.
5La gente se llenará de miedo y sentirá vergüenza de Etiopía, que era su esperanza, y de Egipto, que era su orgullo.
6En ese tiempo dirán todos los que viven en aquella costa: “Miren en lo que vino a parar el que era nuestra esperanza, al que acudíamos a pedir auxilio, para que nos librara del rey de Asiria. ¿Cómo vamos a salvarnos ahora?”»