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1El Señor se dirigió por segunda vez a Jonás, y le dijo:
2«Anda, vete a la gran ciudad de Nínive y anuncia lo que te voy a decir.»[#3.1-2 Cf. Jon 1.1-2.]
3-4Jonás se puso en marcha y fue a Nínive, como el Señor se lo había ordenado. Nínive era una ciudad tan grande que para recorrerla toda había que caminar tres días. Jonás entró en la ciudad y caminó todo un día, diciendo a grandes voces: «¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!»[#3.4 Véanse Gn 7.12 n.; Jue 3.11 n; y cf. Ex 24.18.; #3.3-4 Éste es el único anuncio que contiene el libro de Jonás, a diferencia de los otros escritos proféticos, que pronuncian advertencias, acusaciones, reprensiones y condenaciones.]
5Los habitantes de la ciudad, grandes y pequeños, creyeron en Dios, proclamaron ayuno y se pusieron ropas ásperas en señal de dolor.[#3.5 Sobre esta actitud de los ninivitas, cf. Mt 12.41; Lc 11.32.]
6Cuando la noticia llegó al rey de Nínive, también él se levantó de su trono, se quitó sus vestiduras reales, se puso ropas ásperas y se sentó en el suelo.[#3.5-6 La repentina conversión de todos los ninivitas contrasta con la actitud de Israel, que muchas veces se había obstinado en su rebeldía a pesar de los insistentes llamados de los profetas. Cf. Is 1.2-3; Jer 36.20-26; Ez 3.4-7.]
7Luego, el rey y sus ministros dieron a conocer por toda la ciudad el siguiente decreto: «Que nadie tome ningún alimento. Que tampoco se dé de comer ni de beber al ganado y a los rebaños.
8Al contrario, vístanse todos con ropas ásperas en señal de dolor, y clamen a Dios con todas sus fuerzas. Deje cada uno su mala conducta y la violencia que ha estado cometiendo hasta ahora;[#3.7-8 La conversión incluye el ayuno, la penitencia, la oración a Dios y el cambio de conducta. Cf. Jer 25.5; 26.3; 36.7.]
9tal vez Dios cambie de parecer y se calme su ira, y así no moriremos.»
10Dios vio lo que hacía la gente de Nínive y cómo dejaba su mala conducta, y decidió no hacerles el daño que les había anunciado.[#3.10 Nótese la relación de este v. con la enseñanza contenida en Jer 18.7-8; 26.3: si Dios advierte una señal de arrepentimiento en la ciudad sobre la que pesa una amenaza de castigo, le concede generosamente su perdón (cf. también Ex 32.14; 2 S 24.16; Am 7.3,6).]