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1Un día, Samuel dijo a Saúl:
—El Señor me envió para consagrarte como rey de Israel, su pueblo. Por lo tanto, escucha lo que el Señor te quiere decir.
2Así dice el Señor todopoderoso: “Voy a castigar a los amalecitas por lo que le hicieron a Israel, pues se interpusieron en su camino cuando venía de Egipto.[#15.2 Véase Ex 17.8 nota, y cf. Dt 25.17-19.]
3Por lo tanto, ve y atácalos; destrúyelos junto con todas sus posesiones, y no les tengas compasión. Mata hombres y mujeres, niños y recién nacidos, y también toros y ovejas, camellos y asnos.”[#15.3 El verbo hebreo se refiere propiamente a la acción de consagrar a Dios, por medio del exterminio completo, las personas, animales y objetos obtenidos como botín de guerra. Acerca de esta práctica conocida con el nombre de herem, véase Nm 21.2 n.]
4Saúl mandó llamar al pueblo y le pasó revista en Telaím. Eran doscientos mil hombres de infantería y diez mil hombres de Judá.[#15.4 población mencionada en Jos 15.24 con el nombre de Télem, que se encontraba probablemente en la región del Négueb.]
5Después Saúl se dirigió a la capital de Amalec y tomó posiciones junto al arroyo,
6y dijo a los quenitas:[#15.6 Véase Jue 1.16 nota.]
—¡Apártense! ¡Salgan de en medio de los amalecitas, para que no los destruya a ustedes junto con ellos; pues ustedes se portaron bien con los israelitas cuando venían de Egipto!
Los quenitas se apartaron de los amalecitas.
7Entonces Saúl atacó a los amalecitas desde Havilá hasta la entrada de Sur, que está en la frontera de Egipto, y los derrotó;[#15.7 Se desconoce la localización exacta de Havilá (cf. Gn 25.18). Algunos relacionan ese sitio con el río o arroyo de Egipto (Gn 15.18; Jos 15.4); otros, de acuerdo con Gn 10.29-30, piensan que se encontraba en los confines de Arabia.]
8tomó prisionero a Agag, su rey, y mató a filo de espada a todo su ejército.
9Sin embargo, Saúl y su ejército dejaron con vida a Agag, y no mataron las mejores ovejas, ni los toros, ni los becerros más gordos, ni los carneros, ni destruyeron las cosas de valor, aunque sí destruyeron todo lo que era inútil y de poco valor.
10Luego el Señor le habló a Samuel, y le dijo:[#15.10 Cf. 2 S 7.4; 1 R 12.22; 13.20.]
11—Me pesa haber hecho rey a Saúl, porque se ha apartado de mí y no ha cumplido mis órdenes.[#15.11 El amor de Dios espera ser correspondido, y por eso él no permanece indiferente ante las acciones de los seres humanos (cf., por ej., Jer 18.7-10). Si éstos no obedecen sus mandatos o no cumplen debidamente la misión que se les había confiado, él no puede menos que actuar en consecuencia (cf. Sal 50.16-21; Jer 26.3,13,19). Véase también Am 7.3 n.]
Samuel se quedó muy molesto, y durante toda la noche estuvo rogando al Señor.
12A la mañana siguiente madrugó para ir al encuentro de Saúl, pero le avisaron que este se había ido a Carmel, que allí se había levantado un monumento, y que luego, dando un rodeo, había continuado hacia Guilgal.[#15.12 lugar situado al sur de Hebrón; no debe ser confundido con el monte Carmelo, que está bastante más al norte (véase 1 R 18.19 n.). Cf. Jos 15.55; 1 S 25.2.]
13Entonces Samuel fue a donde estaba Saúl, el cual le dijo:
—El Señor te bendiga. Ya he cumplido la orden del Señor.
14—¿Qué significan entonces esos balidos de ovejas y esos bramidos de toros que estoy escuchando? —respondió Samuel.
15—Los han traído de Amalec —contestó Saúl—, porque la gente ha conservado las mejores ovejas y los mejores toros para ofrecerlos en sacrificio al Señor tu Dios. Pero hemos destruido lo demás.
16—¡Calla, que te voy a comunicar lo que el Señor me dijo anoche! —le interrumpió Samuel.
—Habla —respondió Saúl.
17Y Samuel le dijo:
—¿No te considerabas tú de poca importancia? Sin embargo, has llegado a ser el jefe de las tribus israelitas, y el Señor te ha consagrado como rey de Israel.
18Ahora bien, si el Señor te envió con la orden estricta de destruir a esos pecadores amalecitas, y de atacarlos hasta acabar con ellos,
19¿por qué desobedeciste sus órdenes y te lanzaste sobre lo que se le quitó al enemigo, actuando mal a los ojos del Señor?
20Saúl contestó:
—Yo obedecí las órdenes del Señor, y cumplí la misión que él me encomendó: he traído prisionero a Agag, rey de Amalec, y he destruido a los amalecitas.
21Pero la tropa se quedó con ovejas y toros, lo mejor de lo que estaba destinado a la destrucción, para sacrificarlos en honor del Señor tu Dios en Guilgal.
22Entonces Samuel dijo:
«Más le agrada al Señor que se le obedezca,
y no que se le ofrezcan sacrificios y holocaustos;
vale más obedecerlo y prestarle atención
que ofrecerle sacrificios y grasa de carneros.
23Tanto peca el que se rebela contra él
como el que practica la adivinación;
semejante a quien adora a los ídolos
es aquel que lo desobedece.
Y como tú has rechazado sus mandatos,
ahora él te rechaza como rey.»
24Entonces Saúl dijo a Samuel:
—Sí, he pecado, pues pasé por alto la orden del Señor y tus instrucciones, porque tuve miedo de la gente y atendí su petición.
25Pero yo te ruego que perdones mi pecado y que regreses conmigo para adorar al Señor.
26—No voy a regresar contigo —le respondió Samuel—, porque tú has rechazado el mandato del Señor, y ahora él te rechaza como rey de Israel.[#15.26 Cf. 1 S 13.13-14.]
27Samuel se volvió para marcharse, pero Saúl lo agarró por el borde de su capa y se la desgarró.
28Entonces Samuel le dijo a Saúl:
—De esta misma manera, el Señor ha desgarrado hoy de ti el reino de Israel. Te lo ha quitado para entregárselo a un compatriota tuyo, que es mejor que tú.
29Porque Dios, que es la gloria de Israel, no miente ni se arrepiente, pues no es un simple hombre para arrepentirse.[#15.29 Cf. Nm 23.19. Esta aclaración tiene el propósito de prevenir contra una interpretación excesivamente literal de los vv. 11 y 35, acerca del «pesar» y el «arrepentimiento» de Dios. Véase 1 S 15.11 n.]
30—Yo he pecado —repitió Saúl—. Pero te ruego que ante los ancianos de Israel y ante todo el pueblo me sigas respetando como rey. Así que vuelve conmigo para adorar al Señor tu Dios.[#15.30 Véase 1 S 8.4 n.]
31Samuel volvió entonces con Saúl, y este adoró al Señor.
32Luego Samuel ordenó:
—Traigan ante mí a Agag, rey de Amalec.
Agag se presentó muy tranquilo ante Samuel, pensando que ya había pasado el peligro de una muerte amarga.
33Pero Samuel le dijo:
—Con tu espada dejaste sin hijos a muchas mujeres. Pues igual que ellas quedará tu madre.
Y sin más, Samuel lo descuartizó en Guilgal, ante el Señor.
34Después se fue a Ramá, y Saúl regresó a su casa, en Guibeá de Saúl.
35Y Samuel nunca más volvió a ver a Saúl, aunque le causó mucha tristeza que el Señor se hubiera arrepentido de haber hecho a Saúl rey de Israel.