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1Echa tu pan al agua;
después de algún tiempo lo encontrarás.
2Comparte lo que tienes lo más que puedas,
pues no sabes el mal que puede venir sobre el país.
3Si las nubes están cargadas,
la lluvia cae sobre la tierra.
Caiga el árbol al norte
o caiga el árbol al sur,
en el lugar donde caiga
allí se habrá de quedar.
4El que mira al viento, no siembra,
y el que mira a las nubes, no cosecha.
5Así como no sabes por dónde va el viento, ni cómo se forma el niño en el vientre de la madre, tampoco sabes nada de lo que hace Dios, creador de todas las cosas.[#11.5 Cf. Jn 3.8.; #11.5 La gestación de una nueva vida en el seno materno constituía para los antiguos un hecho asombroso y cargado de misterio (cf. Sal 139.13-16; Pr 30.19 ).; #11.5 Véase Ec 3.11 nota.]
6Siembra tu semilla por la mañana, y por la tarde siémbrala también, porque nunca se sabe qué va a resultar mejor, si la primera siembra o la segunda, o si las dos prosperarán.
7Muy agradable es la luz, y es bueno que los ojos vean el sol;[#11.7 La evocación de la luz solar y de la alegría que ella produce hace que este sabio, tan compenetrado de la nada de las cosas, entone, a pesar de todo, un canto a la vida. Véase 6.5 n.]
8pero aunque uno viva muchos años y disfrute de todos ellos, debe recordar que los días de oscuridad serán muchos, y que todo lo que está por venir es vana ilusión.
9Diviértete, joven, ahora que estás lleno de vida; disfruta de lo bueno ahora que puedes. Déjate llevar por los impulsos de tu corazón y por todo lo que ves, pero recuerda que de todo ello Dios te pedirá cuentas.
10Aleja de tu mente las preocupaciones y echa fuera de ti el sufrimiento, porque aun los mejores días de la juventud son vana ilusión.[#11.9-10 Este consejo dirigido a los jóvenes está en consonancia con lo que el autor ha venido diciendo hasta ahora. Si bien es cierto que todo es «vanidad», no por eso hay que cerrar los ojos a los aspectos positivos de la existencia humana, en especial a esa porción de felicidad que también es parte de la vida (cf. Ec 9.7-9), como lo son asimismo los días de oscuridad, que nunca tardan en llegar (cf. Ec 11.8).]