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1En aquel tiempo se leyó en público el libro de Moisés y se encontró un texto en el que se prohibía terminantemente que amonitas y moabitas entraran a formar parte del pueblo de Dios,
2por no haber salido a recibir a los hijos de Israel con pan y con agua; al contrario, contrataron a Balaán para que los maldijera, aunque nuestro Dios cambió la maldición en bendición.[#Dt 23,4-6.]
3Al oír esta ley, excluyeron de Israel a todos los extranjeros.
4Antes de esto, el sacerdote Eliasib, que estaba emparentado con Tobías y era el responsable de los aposentos del Templo de nuestro Dios,
5había reservado a Tobías una gran sala donde antes se guardaban las ofrendas, el incienso, los utensilios y el diezmo de los cereales, del vino y del aceite que estaba destinado a los levitas, cantores, porteros, así como la ofrenda correspondiente a los sacerdotes.[#12,44.]
6Por aquel entonces no estaba yo en Jerusalén, porque en el año treinta y dos del reinado de Artajerjes había yo regresado a la corte real. Pasado un tiempo pedí permiso al rey
7para regresar a Jerusalén donde pude comprobar el mal que había hecho Eliasib al reservar a Tobías una sala en los atrios del Templo de Dios.
8Me disgusté tanto que arrojé fuera de la sala todo el ajuar de la casa de Tobías.[#ver Mt 21,12-13 y par.; Jn 2,13-17.]
9Mandé purificar los aposentos y traje nuevamente a aquel lugar los objetos del Templo de Dios junto con las ofrendas y el incienso.
10Me enteré de que no se había dado a los levitas lo que les correspondía y que los levitas y cantores encargados del servicio se habían marchado, cada uno a su heredad.
11Me enfrenté a las autoridades responsables y los recriminé:
—¿Por qué se encuentra abandonado el Templo de Dios?
A renglón seguido volví a reunir a los [levitas y cantores] y los restablecí en su puesto.
12Trajo todo Judá a los almacenes el diezmo del cereal, del vino y del aceite.[#10,38-39.]
13Al cargo de los almacenes puse al sacerdote Selemías y al escriba Sadoc y a un levita de nombre Pedaías; como adjunto nombré a Janán, hijo de Zacur y nieto de Matanías; a todos se les consideraba personas de confianza. A su cargo estaba hacer el reparto entre sus hermanos.
14—¡Acuérdate de mí, Dios mío, por todo esto y no olvides el bien que hice en el Templo de mi Dios y en su servicio!
15En aquellos días vi en Judá a algunos que en sábado pisaban lagares y acarreaban haces de mies y los cargaban sobre asnos; y lo mismo hacían con el vino, las uvas, los higos y otras mercancías que traían a Jerusalén en sábado. Los reprendí porque vendían sus mercancías en ese día.[#10,32+; Jr 17,21.]
16Residían en Jerusalén oriundos de Tiro que traían pescado y todo tipo de mercaderías, vendiéndolas en sábado a los hijos de Judá.
17Reprendí a los responsables de Judá y les dije:
—¿Por qué hacen esta maldad, profanando el día del sábado?
18Esto es lo que hicieron sus antepasados y nuestro Dios descargó sobre esta ciudad toda suerte de calamidades. ¡Están profanando el día del sábado y con ello acarrean la ira sobre Israel!
19Ordené, al respecto, que antes de que comenzara el sábado, al ponerse el sol sobre las puertas de Jerusalén, se cerraran esas puertas y no se abrieran hasta que pasara el sábado; y para que nadie introdujera mercancía alguna en día de sábado, aposté algunos de mis servidores junto a las puertas.
20Sin embargo, varios comerciantes y vendedores de todo tipo de mercancías, pasaron la noche una o dos veces fuera de Jerusalén.
21Así que les advertí:
—¿Por qué permanecen ante la muralla? Si lo hacen otra vez los haré arrestar.
Y desde aquel instante no volvieron en sábado.
22Pedí a los levitas que se purificaran y vinieran a custodiar las puertas para que el sábado no fuera profanado.
¡Acuérdate de mí, Dios mío, también por esto, y apiádate de mí por la grandeza de tu misericordia!
23Descubrí también, por aquellos días, que algunos judíos se habían casado con mujeres de Asdod, de Amón y de Moab,
24resultando que la mitad de sus hijos eran ya incapaces de hablar el idioma judío y solo hablaban el de Asdod o el de otra nación.
25Discutí con ellos, los maldije, hice que los azotaran y les raparan la cabeza; después los conjuré en nombre de Dios:
—No casen sus hijas con los hijos de ellos, ni se casen ustedes o sus hijos con las hijas de ellos.
26¿Acaso no consistió precisamente en esto el pecado de Salomón, rey de Israel? Aunque no hubo entre las naciones un rey como él, a quien Dios amó y estableció como rey sobre todo Israel, las mujeres extranjeras le hicieron pecar.[#1 Re 11,1-13.]
27¿Se dirá también de ustedes que están cometiendo este pecado tan grave de ser desleales a Dios al casarse con mujeres extranjeras?
28Incluso a uno de los hijos de Joyadá, hijo del sumo sacerdote Eliasib, que era yerno del joronita Sambalat, lo aparté de mi lado.
29¡No olvides, Dios mío, a los que han profanado el sacerdocio y la alianza sacerdotal y levítica!
30Los purifiqué, pues, de todo contacto con extranjeros y restablecí las funciones sacerdotales y levíticas, asignando a cada uno su tarea.
31Restablecí asimismo la ofrenda de la leña según los tiempos señalados, así como la ofrenda de los primeros frutos.
¡Acuérdate de mí, Dios mío, para bien!