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1Un hombre llamado Miqueas, de la región montañosa de Efraín
2, le dijo a su madre: “Esos mil cien siclos de plata que te robaron y que te oí maldecir, yo tengo la plata. Yo fui quien la tomó”.
Entonces su madre le dijo: “¡Hijo mío, que el Señor te bendiga!”
3Élle devolvió a su madre los mil cien siclos de plata. Su madre anunció: “Dedico este dinero por completo al Señor. Se lo voy a entregar a mi hijo para que haga tallar un ídolo, una imagen hecha con plata fundida. Así que ahora te lo devuelvo”.[#17:3. No está claro si se refiere a dos objetos o a uno. Véase 18:17, que parece sugerir dos objetos, mientras que 18:20 y 18:31 se refieren a uno solo.]
4Después de devolverle la plata a su madre, ella le dio doscientos siclos a un platero que los convirtió en un ídolo tallado, una imagen hecha con plata fundida. Los guardó en la casa de Miqueas.
5Miqueas hizo construir un santuario para el ídolo. También hizo un efod y algunos dioses domésticos, y ordenó a uno de sus hijos como sacerdote.
6En aquel tiempo Israel no tenía un rey: cada uno hacía lo que le parecía correcto.[#17:6. Esto es exactamente lo contrario de la frase habitual “hizo lo que era correcto a los ojos del Señor”. En lugar de un elogio, esto debe verse como la “democratización de la maldad”. La misma expresión se utiliza en 21:25.]
7Un joven, levita de la tribu de Judá, que vivía en Belén de Judá,[#17:7. No está claro cómo este hombre podía pertenecer tanto a la tribu de Leví como a la tribu de Judá, a menos que sus padres fueran de tribus diferentes.]
8se fue de Belén para buscar otro lugar donde vivir. Mientras viajaba por la región montañosa de Efraín, llegó a la casa de Miqueas.
9“¿De dónde eres?” le preguntó Miqueas.
“Soy un levita de Belén de Judá”, respondió el hombre. “Estoy buscando un lugar para vivir”.
10“Ven y quédate aquí conmigo. Puedes ser mi ‘padre’ y sacerdote, y te daré diez siclos de plata al año, además de tu ropa y comida”. Así que el levita entró
11y aceptó quedarse con él. El joven se convirtió en un hijo para él.
12Miqueas ordenó al levita como su propio sacerdote y vivió en la casa de Miqueas.
13“Estoy seguro de que el Señor me bendecirá ahora, porque tengo un levita como sacerdote”, concluyó Miqueas.