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1El Señor es rey, que se goce la tierra,
que se alegren los países lejanos.
2La bruma y la niebla lo rodean,[#97,2: Dios se muestra como rey en toda su majestad en medio de una teofanía (97,2-6) que hace de distintos fenómenos de la naturaleza (nubes, tormenta, fuego, terremoto) un símbolo de su poder soberano.]
la justicia y el derecho sostienen su trono.
3El fuego avanza ante él,
abrasa en derredor a sus rivales;
4sus rayos iluminan el orbe,
los ve la tierra y tiembla.
5Los montes se funden como cera ante el Señor,
ante el dueño de toda la tierra;
6los cielos pregonan su justicia,
todos los pueblos contemplan su gloria.
7Que se avergüencen los idólatras,
los que cifran en los ídolos su orgullo,
que se postren ante él todos los dioses.
8Sión lo oye y se llena de gozo,
se alegran las ciudades de Judá
a causa de tus juicios, Señor.
9Porque tú eres, Señor,
el Altísimo en toda la tierra,
tú quien se alza sobre los dioses.
10Odien el mal los que aman al Señor:[#97,10: Otra lectura: “el Señor ama a quienes odian el mal”. El salmista, adoptando un tono de reflexión sapiencial, presenta a los justos y fieles como destinatarios de la protección y salvación de Dios (97,10-12).]
él guarda la vida de sus fieles,
los libra de las garras del malvado.
11La luz se propaga para el justo,
la alegría para quienes son rectos.
12¡Alégrense, justos, en el Señor,[#97,12: Esta llamada a la alegría, que cierra y abre el salmo (97,1.12), enmarca toda la composición en una atmósfera de gozo asociada al reconocimiento de la realeza de Dios. Ver 97,8.]
alaben su santo nombre!