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1¡Cuán bienaventurado es aquel cuya transgresión es perdonada,
cuyo pecado es cubierto!
2¡Cuán bienaventurado es el hombre a quien el Señor no culpa de iniquidad,
y en cuyo espíritu no hay engaño!
3¶Mientras callé mi pecado , mi cuerpo se consumió[#32:3 O, mis huesos]
con mi gemir durante todo el día.
4Porque día y noche tu mano pesaba sobre mí;
mi vitalidad se desvanecía con el calor del verano. (Selah )
5Te manifesté mi pecado,
y no encubrí mi iniquidad.
Dije: Confesaré mis transgresiones al Señor ;
y tú perdonaste la culpa de mi pecado. (Selah)
6Por eso, que todo santo ore a ti en el tiempo en que puedas ser hallado;[#32:6 Lit., en el tiempo de hallar]
ciertamente, en la inundación de muchas aguas, no llegarán estas a él.
7Tú eres mi escondedero; de la angustia me preservarás;[#32:7 O, refugio]
con cánticos de liberación me rodearás. (Selah)
8¶Yo te haré saber y te enseñaré el camino en que debes andar;
te aconsejaré con mis ojos puestos en ti.
9No seas como el caballo o como el mulo, que no tienen entendimiento;
cuyos arreos incluyen brida y freno para sujetarlos,
porque si no, no se acercan a ti.
10Muchos son los dolores del impío,
pero al que confía en el Señor , la misericordia lo rodeará.
11Alegraos en el Señor y regocijaos, justos;
dad voces de júbilo, todos los rectos de corazón.