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1Por lo tanto, hermanos, ustedes que han sido santificados y que tienen parte en el mismo llamamiento celestial, consideren a Jesús, apóstol y Sumo Sacerdote de la fe que profesamos; Jesús es el centro de nuestra fe.
2Él fue fiel a Dios en la misión que Dios le asignó de ayudarnos, así como Moisés también fue fiel en su misión cuando Dios lo asignó para ayudar a todo su pueblo.
3De hecho, Jesús ha sido estimado digno de mayor honor que Moisés, así como el constructor de una casa recibe mayor honor que la casa misma, es decir, Jesús es superior a Moisés.
4Porque toda casa tiene un constructor, pero el arquitecto y constructor de todo el universo es Dios.
5Moisés fue respetado como siervo fiel en toda la familia de Dios y su trabajo era testificar lo que Dios iba a anunciar;
6pero Cristo, como Hijo superior en la familia de Dios, se responsabiliza de la casa, nosotros somos esta casa; somos la familia de Dios siempre y cuando nos mantengamos seguros y confiados de testificar la esperanza que tenemos.
7Por eso, como dice el Espíritu Santo:
“Si ustedes oyen hoy la voz de Dios,
8no endurezcan el corazón ni sean tercos,
como lo fueron los israelitas en la rebelión, en el periodo de prueba en el desierto.
Ellos se rehusaron a obedecer a Dios.
9Allí sus antepasados pusieron a prueba mi paciencia, a pesar de haber visto mis obras durante cuarenta años.
10Por eso me indigné con aquella generación y dije:
– Siempre se extravían en sus corazones, y no han reconocido mis caminos.
11Así que, en mi enojo, hice este juramento:
– Ellos nunca llegarán a su destino, pues si confiaran en mi promesa, lograrían descansar”.
12Miren hermanos, ¡Cuídense! Que ninguno de ustedes tenga un corazón pecaminoso e incrédulo que los haga apartarse del Dios vivo;
13al contrario, mientras aun quede tiempo, mientras todavía exista ese «hoy», anímense los unos a los otros constantemente para que ninguno de ustedes permita que el pecado lo engañe y lo vuelva tan terco que le impida seguir transformándose.
14Porque nosotros hemos llegado a tener identidad en Cristo, con tal que permanezcamos firmes y obedientes a Dios hasta el final, tal como lo hicimos desde el comienzo.
15Por eso les repito:
“Si ustedes oyen hoy la voz de Dios, no endurezcan el corazón ni sean tercos, como lo fueron los israelitas en la rebelión, en el periodo de prueba en el desierto”.
16¿Y quiénes fueron los que escucharon la voz de Dios y aun así se rebelaron contra Él? ¿No fueron acaso todos los que salieron de Egipto guiados por Moisés?
17¿Con quiénes Dios se irritó durante cuarenta años? ¿No fue acaso con los que pecaron y se volvieron cadáveres caídos en el desierto?
18¿A quiénes les estaba hablando Dios cuando dijo que nunca llegarían a su destino para descansar, sino a los que desobedecieron?
19Entonces vemos que, por su falta de fe, ellos no pudieron entrar por no confiar en la promesa de Dios.