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1Entonces Samuel tomó la aceitera, la derramó sobre la cabeza de Saúl y lo besó, diciendo:
— El Señor te unge como jefe de su pueblo.
2Hoy mismo, cuando te separes de mí, encontrarás junto a la tumba de Raquel, en territorio de Benjamín, en Selsaj, a dos hombres que te dirán: “Han aparecido las asnas que saliste a buscar; pero ahora tu padre, que se ha olvidado del asunto de las asnas, está preocupado por ustedes y preguntándose qué podría hacer por su hijo”.
3Sigue adelante y cuando llegues a la encina del Tabor, te saldrán al encuentro tres hombres que suben a Betel a dar culto a Dios, uno con tres cabritos, otro con tres panes y el otro con un pellejo de vino.
4Ellos te saludarán, te ofrecerán dos panes y tú se los aceptarás.[#10,4: Como señal de reconocimiento y homenaje, el recién ungido recibe una parte de la ofrenda destinada a Dios.]
5Luego llegarás a Guibeá de Dios donde está el destacamento filisteo y, al entrar en la ciudad, te tropezarás con un grupo de profetas que bajan del santuario en trance profético, precedidos de arpas, tambores, flautas y cítaras.[#10,5: Se trata de uno de los fenómenos que caracterizan el primitivo profetismo israelita. Más que a la transmisión del mensaje divino, su actividad se reduce a experiencias de éxtasis, provocadas por las celebraciones cúlticas y los instrumentos que acompañaban sus danzas. Estos grupos extáticos difieren de las comunidades de profetas que acompañarán a algunos profetas concretos, como Eliseo.— Ver nota a 1 Sm 9,12.]
6Entonces te invadirá el espíritu de Dios que te transformará en otra persona, y profetizarás con ellos.[#10,6: El cambio de personalidad aludido aquí reaparecerá más tarde, aunque con muy distinto signo, cuando Saúl se vea invadido por un “mal espíritu” (16,23; 18,10-11).]
7Cuando te hayan ocurrido estas señales, actúa como quieras, porque Dios está contigo.
8Luego desciende a Guilgal antes de que yo lo haga, pues también yo bajaré contigo para ofrecer holocaustos y sacrificios de comunión. Espera siete días hasta que me reúna contigo y te indique lo que tienes que hacer.
9En cuanto Saúl se dio la vuelta, despidiéndose de Samuel, Dios le cambió el corazón y aquel mismo día le ocurrieron todas estas señales.
10Cuando llegaron a Guibeá, les salió al encuentro un grupo de profetas. Entonces el espíritu de Dios invadió a Saúl y se puso a profetizar con ellos.[#13,3; 19,20-24.]
11Cuantos lo conocían de antes y lo veían ahora profetizando entre los profetas comentaban entre sí:
— ¿Qué le ha pasado al hijo de Quis? ¿También Saúl se ha hecho profeta?
12Y uno de ellos añadió:
— ¡A saber de quién serán esos!
(De ahí viene el dicho: “¿También Saúl se ha hecho profeta?”).
13Cuando acabó de profetizar, Saúl volvió a su casa.
14Su tío les preguntó a él y a su criado:
— ¿Dónde han ido?
Y él contestó:
— A buscar las asnas; pero como no aparecían, fuimos a ver a Samuel.
15Su tío le dijo:
— Cuéntame qué les ha dicho Samuel.
16Respondió:
— Nos aseguró que las asnas habían aparecido.
Pero no le mencionó nada del asunto de la realeza del que le había hablado Samuel.
17Samuel convocó al pueblo ante el Señor en Mispá
18y habló así a los israelitas:
— Esto dice el Señor, Dios de Israel: “Yo saqué a Israel de Egipto y los libré del poder de los egipcios y de todos los reyes que los oprimían”.
19Pero ahora ustedes han rechazado a su Dios, el que los ha salvado de todas las desgracias y dificultades, y le han pedido que les nombre un rey. Pues bien, preséntense ante el Señor por tribus y por clanes.
20Samuel ordenó acercarse a todas las tribus de Israel y la suerte recayó en la tribu de Benjamín.[#10,20: Al recurrir al procedimiento de las suertes (ver Jos 7,16-18 y 1 Sm 14,38-42) para nombrar rey, Samuel deja la decisión última en manos de Dios que es quien dirige los acontecimientos (10,24).; #Ver Jos 7,14-18.]
21Después ordenó acercarse a los clanes de la tribu de Benjamín y la suerte recayó en el clan de Matrí. Finalmente la suerte recayó en Saúl, el hijo de Quis, a quien buscaron sin encontrarlo.
22Entonces volvieron a consultar al Señor:
— ¿Pero está aquí ese hombre?
El Señor respondió:
— Está escondido entre el equipaje.
23Corrieron a sacarlo de allí y se presentó ante el pueblo: destacaba entre toda la gente, sacándoles la cabeza.
24Entonces Samuel dijo a todo el pueblo:
— ¿Han visto al elegido del Señor? En todo el pueblo no hay quien se le pueda comparar.
Y todo el pueblo aclamó:
— ¡Viva el rey!
25Entonces Samuel expuso al pueblo el protocolo real y lo escribió en un libro que depositó ante el Señor. Luego despidió al pueblo, y se fueron cada uno a su casa.[#10,25: Aunque la formulación en hebreo es casi idéntica, este protocolo no coincide exactamente con los “privilegios del rey” citados en 8,9.11 (aunque buena parte de ellos formarían parte del protocolo). Se trata más bien del pacto sellado entre el rey y el pueblo, que regula los derechos y obligaciones mutuas y al que se alude en los reinados de David (2 Sm 5,3), Roboán (1 Re 12) y Joás (2 Re 11,17). El pacto se escribía, para que tuviera valor jurídico, y se depositaba en el santuario, ante el Señor, como testigo y garante último de dicho pacto.; #Dt 17,14-20; (ver 1 Sm 8,11-18).]
26También Saúl marchó a su casa en Guibeá y con él marcharon aquellos valientes a los que Dios infundió ánimos.
27En cambio, los descontentos comentaban:
— ¿De qué va a salvarnos ese?
Y no le quisieron hacer regalos. Pero Saúl no se dio por aludido.