2 MACABEOS 5

Muerte de Jasón y profanación del Templo

1Por aquel mismo tiempo, Antíoco preparaba contra Egipto una segunda expedición.[#5,1: La primera expedición sería la que aparece en 4,21-22; coincidiría con la que se menciona en 1 Ma 1,16-19 y habría tenido lugar en el 169 a. C.; esta segunda acontece en el 168 a. C.]

2Sucedió entonces que, durante unos cuarenta días, aparecieron por toda la ciudad unos jinetes vestidos de oro, que galopaban por el aire formando escuadrones armados. Llevaban lanzas y espadas desenvainadas,

3y eran como regimientos de caballería en orden de batalla, con ataques y asaltos de unos contra otros, movimiento de broqueles, lanzas innumerables, disparo de flechas, resplandor de armaduras de oro y corazas de toda clase.

4Al ver tales prodigios, todos suplicaban que aquellas apariciones fueran el anuncio de algún bien.

5Habiéndose difundido por entonces el falso rumor de la muerte de Antíoco, Jasón, con no menos de mil soldados, atacó de improviso la ciudad; los que defendían la muralla fueron reducidos, y Jasón tomó finalmente la ciudad, mientras Menelao huyó a la ciudadela en busca de refugio.

6Sin compasión alguna, Jasón degolló a muchos de sus propios conciudadanos, sin percatarse de que una victoria sobre ellos representaba una tremenda derrota; pero él pensaba que estaba triunfando sobre sus enemigos, no sobre sus compatriotas.

7A pesar de todo, no consiguió obtener el poder, por lo cual, llevando consigo la vergüenza de su traición, se vio forzado a huir de nuevo al país de los amonitas.

8Lo perverso de su conducta le trajo un final desastroso: cayó prisionero de Aretas, rey de los árabes y, aunque logró escapar, tuvo que huir de ciudad en ciudad. Así, perseguido por todos, odiado como apóstata de las leyes y abominado como verdugo de la patria y de sus compatriotas, fue a parar a Egipto.[#5,8: Al autor de 2 Ma le agradan las descripciones del fatal desenlace de los impíos como merecido final de su mala conducta: Andrónico (4,38), Lisímaco (4,42), Antíoco (9,5-6), Nicanor (15,32-35).— Se trata de Aretas I, rey de los Nabateos.]

9Él, que había desterrado a muchos de su patria, murió en tierra extraña, entre los espartanos, donde había esperado hallar refugio gracias a su común origen con los judíos;[#5,9: Este parentesco ficticio se basaría en la reputación de austeridad de los espartanos y en la legislación de Licurgo, comparable a la de Moisés (1 Ma 12,21).]

10pero no hubo quien llorase su muerte, por cuanto él había dejado a muchos sin sepultura. Tampoco se le tributaron honras fúnebres ni fue enterrado en el sepulcro de sus antepasados.

11Cuando el rey supo estas cosas llegó a la conclusión de que Judea pretendía sublevarse. Entonces, hecho una fiera, regresó de Egipto y pasó la ciudad por las armas.

12Mandó a sus soldados que hirieran sin compasión a todos los que encontraran, y que degollaran a cualquiera que buscara refugio en las casas.

13Hubo una matanza terrible de jóvenes y ancianos, una masacre de mujeres y niños, una carnicería de doncellas y niños de pecho.

14Tan sólo en tres días hubo ochenta mil víctimas: cuarenta mil murieron asesinados y otros tantos fueron vendidos como esclavos.[#5,14: La cifra ha sido intencionadamente exagerada, pues es desproporcionada en relación al número de habitantes de Jerusalén. Josefo da una cifra de diez mil cautivos.]

15Pero no contento con esto, aún tuvo Antíoco el atrevimiento de entrar en el Templo más santo de toda la tierra, llevando por guía a Menelao, traidor a sus leyes y a su patria.[#5,15: Hemos de preferir el orden de 1 Ma 1,21 que sitúa el saqueo del Templo al regreso de la primera campaña de Egipto. 2 Ma omite el resto de la campaña y sólo menciona el saqueo del Templo como parte de la represión a la revuelta.; #1 Ma 1,20-24.]

16Con sus manos impuras tomó el rey los objetos sagrados y se apoderó con manos sacrílegas de las ofrendas que otros reyes habían hecho para realzar la gloria y el honor del lugar.

17En el colmo de su soberbia, Antíoco no comprendía que el Señor se había irritado por un poco de tiempo contra los habitantes de la ciudad a causa de sus pecados, y que por eso había apartado del Templo su mirada.[#6,12-16; 7,16-19.32-38.]

18Si ellos no hubieran cometido tantos pecados, Dios habría castigado a Antíoco desde el primer momento y le habría hecho desistir de su osadía, lo mismo que hizo con Heliodoro cuando el rey Seleuco lo envió a inspeccionar el tesoro del Templo.

19Pero Dios no escogió al pueblo por causa del Templo, sino que escogió el Templo por causa del pueblo.

20Por esta razón, habiendo participado el Templo en las desgracias del pueblo, participó igualmente en su restauración. Dios todopoderoso lo abandonó, porque estaba irritado; pero luego, cuando el Señor soberano se reconcilió con él, lo restauró de nuevo en toda su gloria.

21Antíoco, después de llevarse del Templo mil ochocientos talentos, se fue rápidamente camino de Antioquía, imaginando en su soberbia y presunción que él era capaz de navegar por tierra y caminar a pie por el mar. ¡Tanta era su arrogancia![#5,21: Ver TABLA DE PESAS, MEDIDAS Y MONEDAS; incluso tratándose de talentos de plata, la cifra parece exagerada.— Esta frase recoge una similar de Isócrates refiriéndose a Jerjes cuando, en su campaña contra Grecia, construyó un puente de barcas de más de un kilómetro de longitud para atravesar el estrecho de los Dardanelos, y un canal para cruzar el istmo del monte Athos.]

22Al partir, dejó comisarios encargados de maltratar a la gente. En Jerusalén dejó a Filipo, natural de Frigia, hombre más cruel que quien lo había puesto;[#5,22: El vocablo griego designa a los delegados del rey en una ciudad.— Se trata de Filipo el Frigio que aparece también en 6,11 y 8,8; no es el Filipo “amigo del rey” de 9,29 y 1 Ma 6,14.55.]

23y en el monte Garizín, dejó a Andrónico. Dejó también a Menelao, el peor de todos y el más malvado a causa del odio que sentía hacia sus conciudadanos judíos.[#1 Ma 1,29-37.]

24Envió el rey a Apolonio, jefe de los mercenarios misios, al frente de un ejército de veintidós mil soldados, con la orden de degollar a todos los adultos varones y vender a las mujeres y a los niños.

25Llegado a Jerusalén, Apolonio, fingiendo tener intenciones pacíficas, esperó hasta el sagrado día del sábado. Entonces, mientras los judíos descansaban, dispuso que sus tropas hicieran un desfile militar;

26y a todos los que salieron a ver el espectáculo, los hizo matar allí mismo. Luego recorrió con sus tropas la ciudad y dio muerte a multitud de gente.

27Pero Judas, llamado el Macabeo, reunió un grupo de diez hombres y se retiró con ellos al desierto. Allí, en medio de las montañas, vivieron como fieras salvajes: comían solamente hierbas para no contaminarse con alguna impureza.[#5,27: Los acontecimientos de 1 Ma 2,15-28 aparecen aquí agrupados y simplificados.]

La Biblia Hispanoamericana (BHTI) Traducción Interconfesional versión hispanoamericana Copyright © Sociedad Bíblica de España, 2011 Utilizada con permiso
Published by: Bible Society of Spain