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1Cuando ya estaban cerca de Caserín, frente a Nínive, dijo Rafael:[#11,1: No se conoce la identidad de esta ciudad, el texto breve ni siquiera la nombra.]
2— Tú sabes en qué situación dejamos a tu padre.
3Adelantémonos a tu esposa y preparemos la casa antes que lleguen los demás.[#Gn 46,28.]
4Se fueron juntos, y Rafael le dijo a Tobías que llevara en sus manos la hiel. El perro los seguía a los dos.[#11,4: El texto largo (que es el que habitualmente seguimos) dice por error “Señor” en lugar de “perro”. La Vulgata desarrolla mucho más la descripción de este detalle.]
5Ana estaba sentada, fija la mirada en el camino por donde su hijo había de regresar.
6Presintiendo su llegada, dijo al padre:
— ¡Mira, ahí viene tu hijo con su compañero!
7Rafael dijo a Tobías antes de que se acercara a su padre:
— Estoy seguro de que los ojos de tu padre volverán a abrirse.
8Úntaselos con la hiel del pez: la medicina contraerá y hará que desaparezcan las manchas blancas de sus ojos. Tu padre recuperará la vista y verá de nuevo la luz.
9Ana echó a correr y se abrazó al cuello de su hijo, mientras le decía:
— ¡Hijo mío, he vuelto a verte! ¡Ahora ya me puedo morir!
Y rompió a llorar.
10Tobit se levantó, y tropezando salió por la puerta que daba al patio.
11Entonces Tobías se acercó a él con la hiel del pez en la mano, le sopló en los ojos, agarró su mano y le dijo:
— ¡Ánimo, padre!
Al instante le aplicó el remedio extendiéndoselo sobre los ojos;
12después, con ambas manos, le quitó las manchas blancas de los ojos.
13El padre se abrazó llorando al cuello de su hijo, y le dijo:
— ¡Ya te veo, hijo mío, luz de mis ojos!
14Y añadió:
¡Bendito sea Dios
y bendito sea su gran nombre!
¡Benditos sean todos sus santos ángeles!
¡Que su inmensa grandeza nos proteja
y sus ángeles sean eternamente benditos!
Él me castigó, pero se compadeció de mí
y ahora puedo ver a mi hijo Tobías.
15Tobías entró en la casa lleno de alegría y alabando a Dios en alta voz. Luego informó a su padre del éxito de su viaje: le informó de que había recuperado el dinero, y de que se había casado con Sara, la hija de Ragüel, la cual se había quedado junto a las puertas de Nínive y estaba a punto de llegar.
16Entonces Tobit, muy alegre y bendiciendo a Dios, salió a encontrarse con su nuera en las puertas de Nínive. Al verlo andar y avanzar lleno de vigor, sin que nadie tuviera que llevarlo de la mano, los habitantes de Nínive se quedaban admirados. Y Tobit proclamaba ante ellos que Dios había tenido misericordia de él y le había devuelto la vista.[#11,16: La puerta era el lugar público por excelencia. Al ser el lugar de paso obligado para todo el que entraba o salía de la ciudad, allí tenían lugar el mercado, los juicios, las reuniones para pasar el tiempo.]
17Luego se acercó Tobit a Sara, esposa de su hijo Tobías, y la bendijo diciéndole:[#11,17: La bendición de Tobit puede pertenecer a un rito de recepción de la novia y de acogida en su nuevo hogar.]
— ¡Bienvenida seas, hija mía, y bendito sea tu Dios que te ha traído a nosotros! ¡Bendito sea tu padre, bendito mi hijo Tobías y bendita tú, hija mía! ¡Sé bienvenida a esta tu casa, con bendición y alegría! ¡Entra, hija!
18Aquel fue un día de gran alegría para todos los judíos que vivían en Nínive.
19También acudieron a felicitar a Tobit sus sobrinos Ajicar y Nadab.[#11,19: Vuelven a aparecer estos personajes que realmente no aportan nada nuevo a la historia a no ser la extensión de la alegría a todos los que han tenido algo que ver en ella.]