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1¡Qué grandes e incomprensibles son tus decisiones!
Por eso, quienes no las comprendieron se extraviaron.
2Pensaron los impíos sojuzgar a una nación consagrada,
pero fueron ellos los atrapados por la oscuridad;
en medio de una noche interminable
tuvieron que permanecer encerrados en sus casas,
excluidos de tus eternos beneficios.
3Creían poder ocultar sus pecados más íntimos,
escondiéndolos bajo el opaco velo del olvido;
pero de pronto tuvieron que dispersarse,
asustados y aterrorizados por fantasmas.
4Ni siquiera escondiéndose en el más apartado rincón,
conseguían verse libres del miedo,
pues ruidos aterradores retumbaban a su alrededor
y se les aparecían sombrías figuras de aspecto fantasmal.
5Ningún fuego tenía fuerza suficiente para alumbrar,
ni el brillante resplandor de las estrellas
conseguía iluminar aquella horrible noche.
6Sólo podían ver una ingente hoguera
que ardía por sí misma y los llenaba de terror;
y cuando se desvanecía la visión, era tal su miedo,
que lo contemplado les parecía aún más aterrador.
7Los trucos de la magia se revelaron ineficaces[#17,7: El fracaso de los magos egipcios (ver Ex 8,14; 9,11) anticipa y pone en evidencia el de los magos del tiempo del autor.]
y la ciencia de que presumían quedó en ridículo;
8y es que los que prometían ahuyentar
las angustias y temores de las personas asustadas,
ellos mismos eran presa de un miedo irracional.
9Y aunque nada especial pudiera aterrorizarlos,
el paso de los animales y el silbido de las serpientes
bastaba para llenarlos de sobresalto,
y morían estremecidos de pavor.
Ni siquiera el aire se atrevían a mirar,
cosa, por lo demás, imposible de evitar.
10La maldad, en efecto, es cobarde
y su propio testimonio la condena
cuando, acosada por la conciencia,
está imaginando siempre lo peor.
11Pues, ¿qué otra cosa es el miedo
sino renunciar a la ayuda de la razón?
12Cuanto menor es la seguridad interior,
mayor nos parece la causa desconocida del tormento.
13En medio de aquella noche insoportable,
surgida de las profundidades del impotente abismo,
sumidos los egipcios en el mismo sueño,
14unos eran perseguidos por horribles fantasmas,
mientras otros desfallecían sin fuerzas
presa de un repentino e inesperado terror.
15Así, todo el que se encontraba en semejante situación,
quedaba atrapado allí, prisionero en una cárcel sin rejas.
16Fueran labradores, pastores o trabajadores en solitario,
ninguno podía escapar al repentino e inevitable castigo,
17pues a todos por igual la tiniebla los tenía encadenados.
El silbar del viento, el trinar de pájaros en la espesa enramada,
el fluir impetuoso y al mismo tiempo acompasado del agua,
18el estruendo de las rocas al caer,
el brincar de animales en invisible carrera,
el rugido de las más feroces bestias
o el resonar del eco en las cavernas de los montes,
todo los dejaba paralizados de terror.
19El universo entero resplandecía, radiante de luz,
y proseguía sin obstáculos su actividad.
20Sólo sobre los egipcios se hacía pesada la noche,
como una imagen de la oscuridad en que iban a caer;
aunque ellos eran para sí mismos
más insoportables que la misma oscuridad.