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1Tu pueblo, en cambio, disfrutaba de una luz maravillosa.[#18,1.3: Ver nota a 17,1—18,4.]
Así que los egipcios, que oían sus voces sin distinguir su figura,
los felicitaban por no haber tenido que sufrir como ellos.
2Les daban gracias porque no se vengaban
de los malos tratos recibidos, y les pedían perdón
por haberlos considerado enemigos.
3En vez de tinieblas, diste a tu pueblo una columna de fuego
que le sirviese de guía para aquel viaje a lo desconocido,
y fuera, en aquella gloriosa travesía, como un sol inofensivo.
4Bien merecido tenían los egipcios, por su parte,
verse privados de luz y encadenados a la oscuridad
por haber mantenido cautivos a tus hijos,
los que debían entregar al mundo la luz, sin ocaso, de la ley.
5Los egipcios decidieron dar muerte a los hijos de tu pueblo
y sólo uno, al ser dejado en el Nilo, se salvó.
En castigo, tú les quitaste una muchedumbre de hijos
e hiciste que todos perecieran en el tormentoso mar.
6Nuestros antepasados conocieron de antemano[#18,6: El autor de Sb puede aludir bien a Gn 15,13-14, bien a Ex 12,21-27.]
todo lo que iba a suceder aquella noche,
para que cobrasen ánimo al saber con seguridad
en qué promesas habían puesto su confianza.
7Esperaba tu pueblo a un mismo tiempo
la salvación de los fieles y la ruina de los enemigos,
8pues lo que te sirvió para castigar a los enemigos,
lo utilizaste para llamarnos y engrandecernos a nosotros.
9Los piadosos descendientes de los justos
ofrecieron sacrificios en sus casas
y, de común acuerdo, hicieron este pacto sagrado:
que los fieles compartirían de igual modo bienes y peligros,
después de haber cantado los himnos de los antepasados.
10Les respondía el confuso clamor de los enemigos
y los tristes lamentos de quienes lloraban a sus hijos.
11Esclavos y amos sufrieron idéntico castigo,
y el rey corrió la misma suerte del plebeyo.
12A todos por igual, el mismo tipo de muerte
les había causado incontables cadáveres;
y los vivos no daban abasto para enterrarlos,
pues en un instante pereció la flor de su nación.
13Los que a nada dieron crédito, confiando en su magia,
al comprobar la muerte de sus primogénitos,
tuvieron que reconocer a este pueblo como hijo de Dios.
14Pues cuando un apacible silencio todo lo envolvía
y la noche se encontraba a mitad de su carrera,
15tu omnipotente palabra se lanzó, como invencible guerrero,[#18,15: En Éxodo la muerte de los primogénitos egipcios se atribuye directamente a Dios (Ex 11,4; 12,12.23.27.29) que se sirve para ello del ángel exterminador (Ex 12,23). En este pasaje de Sb, actúa de protagonista la “palabra divina” que ya en otros pasajes de la Biblia está encargada de ejecutar los planes de Dios (Is 11,4; 55,11; Jr 23,29; Os 6,5).]
contra aquella tierra maldita, desde tu trono real de los cielos.
Empuñaba la cortante espada de tu irrevocable decreto
16y, manteniéndose erguida, tocaba el cielo y aplastaba la tierra.[#18,16: Descripciones hiperbólicas semejantes se encuentran en la Ilíada de Homero (IV, 443) y la Eneida de Virgilio (IV, 177). Aunque este concreto pasaje de Sb puede muy bien inspirarse en 1 Cr 21,16.]
17Entonces, repentinas y terribles pesadillas los sobresaltaron
y un inesperado terror se apoderó de ellos.
18Tendidos por todas partes con apenas un soplo de vida,
daban a entender cuál era la causa de su muerte;
19los sueños, en efecto, que los habían sobresaltado,
eran como predicciones para que no perecieran
sin conocer la causa del castigo que estaban sufriendo.
20Pero también el pueblo fiel
fue probado con la muerte
y muchos perecieron en el desierto.
No duró mucho, sin embargo, tu ira
21porque un hombre intachable[#18,21: Se trata indudablemente de Aarón.]
se dio prisa a defenderlos:
con las armas de su condición sacerdotal
—oración e incienso expiatorio—
se enfrentó a tu ira y puso fin al castigo,
mostrando que era tu fiel servidor.
22Venció tu ira no con la fuerza corporal[#18,22: En realidad, el texto griego mejor representado en los manuscritos dice ; pero al no encajar en absoluto con el contexto, se supone que es un error de copistas.]
ni con la potencia de las armas,
sino que aplacó con la palabra
al que estaba ejecutando el castigo,
recordándole los pactos y promesas
que había hecho con los antepasados.
23Cuando los cadáveres yacían por tierra
amontonándose unos sobre otros,
se puso en medio y detuvo tu cólera
impidiendo que se abatiera sobre los que aún vivían.
24En su túnica estaba representado el mundo entero;[#18,24: En Ex 28 y Eclo 45,6-12 se describen con detalles las vestiduras y demás distintivos del sumo sacerdote. Este pasaje de Sb añade una referencia al simbolismo cósmico de la túnica, tal vez por los colores y adornos de la misma, un simbolismo que debió desarrollarse sobre todo en los círculos del judaísmo helenista.]
los nombres gloriosos de los antepasados
estaban grabados en las cuatro hileras de piedras preciosas,
y tu majestad resplandecía en la diadema de su cabeza.
25Ante todo esto, el exterminador retrocedió atemorizado,
pues una sola prueba de tu cólera había sido suficiente.