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1Algunos días después, Jesús regresó a Cafarnaún. En cuanto se supo que estaba en casa,
2se reunió tanta gente, que no quedaba sitio ni siquiera ante la puerta. Y Jesús les anunciaba su mensaje.[#Mt 13,19-23; Hch 4,29; 8,25.]
3Le trajeron entonces, entre cuatro, un paralítico.
4Como a causa de la multitud no podían llegar hasta Jesús, levantaron un trozo del techo por encima de donde él estaba y, a través de la abertura, bajaron la camilla con el paralítico.
5Jesús, viendo la fe de quienes lo llevaban, dijo al paralítico:
—Hijo, tus pecados quedan perdonados.
6Estaban allí sentados unos maestros de la ley, que pensaban para sí mismos:
7«¿Cómo habla este así? ¡Está blasfemando! ¡Solamente Dios puede perdonar pecados!».[#Lv 24,16; Mt 9,3; Is 43,25; Sal 103,3; 1 Jn 1,9.]
8Jesús, que al instante se dio cuenta de lo que estaban pensando en su interior, les preguntó:
—¿Por qué están pensando eso?
9¿Qué es más fácil? ¿Decir al paralítico: «Tus pecados quedan perdonados», o decirle: «Levántate, recoge tu camilla y anda»?
10Pues voy a demostrarles que el Hijo del hombre tiene autoridad para perdonar pecados en este mundo.
Se volvió al paralítico y le dijo:
11—A ti te hablo: Levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa.
12Y él se levantó, recogió al punto su camilla y se fue en presencia de todos. Todos los presentes quedaron asombrados y alabaron a Dios diciendo:
—Nunca habíamos visto cosa semejante.
13Jesús volvió a la orilla del lago, y toda la gente acudía a él para recibir sus enseñanzas.[#1,21-22; 6,2.]
14Al pasar, vio a Leví, el hijo de Alfeo, que estaba sentado en su despacho de recaudación de impuestos, y le dijo:
—Sígueme.
Leví se levantó y lo siguió.
15Más tarde, estando Jesús sentado a la mesa en casa de Leví, muchos recaudadores de impuestos y gente de mala reputación se sentaron también con él y sus discípulos, porque eran muchos los que seguían a Jesús.[#Mt 5,46; 11,19; Lc 7,34; 15,1; 19,7 (ver Jn 9,16.24).]
16Pero algunos maestros de la ley pertenecientes al partido de los fariseos, al ver que comía con recaudadores de impuestos y gente de mala reputación, preguntaron a los discípulos:
—¿Por qué se sienta a comer con esa clase de gente?
17Jesús lo oyó y les dijo:
—No necesitan médico los que están sanos, sino los que están enfermos. Yo no he venido a llamar a los buenos, sino a los pecadores.
18En cierta ocasión los discípulos de Juan el Bautista y los fariseos estaban guardando un ayuno, y algunos de ellos se acercaron a Jesús para preguntarle:
—¿Por qué los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan y, en cambio, tus discípulos no ayunan?
19Jesús les contestó:
—¿Pueden acaso ayunar los invitados a una boda mientras el novio está con ellos? En tanto tengan a su lado al novio, no tienen por qué ayunar.
20Ya llegará el momento en que les faltará el novio; entonces ayunarán.
21Nadie remienda un vestido viejo con una pieza de tela nueva, porque la tela nueva tira de la vieja, y el roto se hace mayor.
22Tampoco echa nadie vino nuevo en odres viejos, porque el vino nuevo rompe los odres, y se pierden al mismo tiempo los odres y el vino. A vino nuevo, odres nuevos.[#2 Co 5,17.]
23Un sábado iba Jesús paseando por entre unos sembrados. Los discípulos, según pasaban, se pusieron a arrancar espigas.[#Dt 23,26.]
24Los fariseos dijeron a Jesús:
—¿No ves que están haciendo algo que no está permitido en sábado?
25Jesús les contestó:
—¿Nunca han leído ustedes lo que hizo David cuando él y sus compañeros se sintieron muy hambrientos?
26Entró en la casa de Dios, siendo Abiatar sumo sacerdote, y comió de los panes de la ofrenda, algo que no estaba permitido comer a nadie, sino solamente a los sacerdotes. Y dio también a los que lo acompañaban.
27Y Jesús añadió:
—Dios hizo el sábado por causa del ser humano, y no al ser humano por causa del sábado.
28¡El Hijo del hombre es Señor también del sábado!