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11 (1b) Feliz el hombre a quien sus culpas y pecados[#32.1 (1b) Véase Sal 1.1 n.]
le han sido perdonados por completo.
2Feliz el hombre que no es mal intencionado
y a quien el Señor no acusa de falta alguna.
3Mientras no confesé mi pecado,
mi cuerpo iba decayendo
por mi gemir de todo el día,
4pues de día y de noche
tu mano pesaba sobre mí.
Como flor marchita por el calor del verano,
así me sentía decaer.
5Pero te confesé sin reservas
mi pecado y mi maldad;
decidí confesarte mis pecados,
y tú, Señor, los perdonaste.
6Por eso, en momentos de angustia[#32.6 según versiones antiguas; heb. en tiempo de encontrar solamente (cf. Is 55.6); gr. en tiempo oportuno (cf. Is 49.8).]
los fieles te invocarán,
y aunque las aguas caudalosas se desborden,
no llegarán hasta ellos.
7Tú eres mi refugio:
me proteges del peligro,
me rodeas de gritos de liberación.
8El Señor dice:[#32.8 El canto de acción de gracias concluye con una instrucción de carácter sapiencial, que extrae de la experiencia vivida por el salmista una lección válida para todos.]
«Mis ojos están puestos en ti.
Yo te daré instrucciones,
te daré consejos,
te enseñaré el camino que debes seguir.
9No seas como el mulo o el caballo,
que no pueden entender
y hay que detener su brío
con el freno y con la rienda,
pues de otra manera no se acercan a ti.»
10Los malvados tendrán muchos dolores,
pero el amor del Señor envuelve
a los que en él confían.
11Alégrense en el Señor,
hombres buenos y honrados;
¡alégrense y griten de alegría!