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1Sucedió que Jesús estaba orando en un cierto lugar y cuando terminó su oración, uno de sus discípulos le dijo:
– Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos.
2Jesús les dijo:
– Cuando oren, digan:
“¡Oh, Papá! Sea santificado tu nombre a través de mi buen testimonio.
Qué tu reino se haga realidad.
3Danos el alimento que necesitamos cada día.
4Perdónanos nuestros pecados, así como perdonamos a los que nos han hecho mal.
No nos dejes caer en tentación”.
5Jesús siguió hablando:
– Supongamos que a medianoche, uno de ustedes va a la casa de un amigo y le dice: “Amigo, préstame por favor tres panes;
6porque un amigo mío llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle”.
7¿Se imaginan que el amigo conteste desde adentro de la casa: “No me molestes, ya la puerta está cerrada y mis hijos están durmiendo conmigo en la habitación, no puedo levantarme para darte nada”?
8Pero les digo a ustedes: aunque él no quiera levantarse para darle los panes porque ya está descansando con su familia, por el compromiso comunitario y por el honor de este hombre, él se levantará y le dará todo lo que necesite.[#(anaídeia), sustantivo femenino, caso acusativo singular, traduce: importunidad, vergüenza. No obstante, este término debe ser clarificado y entendido por el contexto histórico. Las comunidades semitas eran culturas comunitarias, no solo pensaban de manera individual sino como un grupo, un pueblo. Un rasgo destacado es el compromiso comunitario, era parte del honor como persona y como familia; en ese compromiso estaba la práctica de la hospitalidad, que consistía en que cuando una persona del pueblo recibía un huésped, este se convertía en parte del pueblo. Por eso, si el vecino no cumplía con la responsabilidad de ayudar al amigo a atender bien al huésped, toda la comunidad quedaría mal y el honor de él y de su familia sería afectado. Con esta idea, podemos decir que Jesús al contar esta parábola en un contexto de oración, Él está mostrando que Dios atiende y se compromete a suplir nuestras necesidades por su honor.]
9Por eso les digo: “Pidan, y se les dará; busquen y encontrarán; golpeen la puerta y se les abrirá.
10Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y el que golpea la puerta, se le abrirá”.
11¿Qué padre, si el hijo le pide un pescado, le dará una serpiente?
12¿O si le pide un huevo le dará un escorpión?
13Pues si ustedes que son malos, saben dar buenos regalos a sus hijos, con mayor razón el Padre Celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan.
14Jesús estaba expulsando a un demonio de un hombre que le impedía hablar. Tan pronto como el demonio salió, el hombre empezó a hablar y todos se maravillaron por este acontecimiento.
15Entonces algunos dijeron:
– Él expulsa a los demonios por medio de Beelzebú, el príncipe de los demonios.
16Otros, para ponerlo a prueba, le pedían una señal del cielo.
17Pero Él, conociendo sus intenciones, dijo:
– Todo reino que se divida contra sí mismo, se autodestruye; y toda familia dividida se desintegrará.
18Si Satanás se divide contra sí mismo, entonces, ¿cómo puede sobrevivir su reino? Les digo esto porque ustedes dicen que expulso demonios por el poder de Beelzebú.
19Pero si fuera verdad que yo expulso demonios por el poder de Beelzebú, ¿con qué poder su gente expulsa los demonios? Su propia gente demostrará que ustedes están equivocados.
20Pero si yo expulso a los demonios con el poder de Dios, eso significa que el reino de Dios llegó hasta ustedes.
21Cuando un hombre fuerte y bien armado defiende su propia casa, sus bienes y su familia están protegidos.
22Pero si viene un hombre mucho más fuerte que él y lo vence, su armamento será quitado, se le robará todo y sus bienes serán repartidos.
23El que no está conmigo, está contra mí; y el que no me ayuda, estorba.
24Cuando un espíritu maligno ha salido de una persona, anda recorriendo lugares, buscando reposo, y si no lo halla, dice: “Volveré a mi casa, de donde salí”.
25Y si cuando llega, la encuentra limpia, pero vacía.
26Entonces se va e invita a otros siete espíritus malignos peores que él para habitar en esta persona; haciendo que la persona sufra más que nunca.
27Mientras explicaba estas cosas, una mujer de entre la multitud gritó, diciéndole:
– ¡Qué feliz fue la mujer que te dio a luz y te alimentó!
28Y Él respondió:
– En realidad, serán plenamente felices los que escuchan la palabra de Dios, la guardan en sus corazones y la practican.
29Mucha gente se acercó para escuchar a Jesús. Entonces Él les dijo:
– Esta generación es una generación malvada, ustedes me piden como prueba una señal, pero la única prueba que les daré será lo que le pasó a Jonás.
30Así como Jonás fue una señal para los ninivitas, así lo será también el Hijo del Hombre para esta generación.
31La reina de Sur se levantará en el juicio contra las personas de esta generación y serán condenadas por su testimonio; pues ella vino desde muy lejos para aprender de la sabiduría de Salomón. ¡Y yo les digo que aquí hay alguien más importante que Salomón y ustedes piden pruebas!
32En el juicio, la gente de Nínive también se levantará, y hablará contra ustedes. Porque esa gente sí cambió de vida cuando oyó la predicación que les anunció Jonás. ¡Pero ustedes oyen mi mensaje y no cambian, a pesar de que soy más importante que él!
33Nadie enciende una lámpara y la esconde debajo de la cama, más bien la coloca en un lugar visible, sobre el candelero, para que los que entren en la casa vean la luz.
34Los ojos de una persona son como lámparas que alumbran su cuerpo. Por eso, si miran con ojos buenos y amables, la luz entrará en su vida. Pero si sus ojos son envidiosos y orgullosos, vivirán en completa oscuridad.
35Tengan cuidado para que la luz que hay en ustedes nunca se apague.
36Mantengan sus vidas siempre iluminadas y no caigan en oscuridad, así la vida de ustedes alumbrará en todos lados, por tanto, ustedes sean luz en este mundo.
37Cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer con él; así que entró en su casa y se sentó a la mesa.
38El fariseo se sorprendió al ver que Jesús no se había lavado las manos antes de la comida.
39Entonces el Señor le dijo:
– Ustedes los fariseos siempre limpian el exterior del vaso y del plato, pero el interior de ustedes está repleto de codicia y maldad.
40¡Tontos! ¿Acaso el que hizo el exterior, no hizo también el interior?
41Mejor pongan atención a su interior. Ayuden a los necesitados, abran sus bolsillos y corazón, y serán completamente limpios.
42¡Ay de ustedes fariseos! Ustedes dan a Dios la décima parte de todo lo que tienen, incluso de las legumbres y las plantas de su huerto. Sin embargo, descuidan la práctica de la justicia y el amor sacrificial de Dios. Es importante recordar que presentar a Dios la décima parte de lo que producen es necesario, pero no deben olvidar lo más importante: el amor sacrificial y la justicia.
43¡Ay de ustedes fariseos! Porque aman ser el centro de atención en las sinagogas, les gusta que los halaguen en los lugares públicos.
44¡Ay de ustedes! Porque son como sepulcros ocultos, y las personas que están cerca de ustedes ven la superficie bonita, pero no saben que en el interior están pudriéndose.
45Entonces uno de los maestros de la ley le respondió:
– Nos ofendes con lo que estás diciendo.
46Jesús replicó:
– ¡Ay de ustedes también, maestros de la ley! Que ponen cargas imposibles a las personas, cuando ustedes mismos no practican lo que enseñan.
47¡Ay de ustedes! Que edificaron grandes tumbas a los profetas, cuando sus antepasados fueron quienes los asesinaron.
48Así que ustedes son cómplices de las obras de sus antepasados, porque ellos los mataron y ustedes levantan grandes monumentos en nombre de ellos.
49Por esto, la sabiduría de Dios dijo: “Enviaré a profetas y apóstoles, pero los perseguirán y los matarán”,
50entonces ustedes, los de esta generación, pagarán por la sangre de todos los profetas que ha sido derramada desde la fundación del mundo,
51desde la sangre de Abel, hasta la sangre de Zacarías, el que fue muerto entre el altar de los sacrificios y el edificio del templo. Les aseguro que esta generación pagará por todo eso.
52¡Ay de ustedes maestros de la ley! Porque se adueñaron de las llaves del conocimiento, y no permitieron que las personas interpretaran correctamente la ley de acuerdo con sus contextos, ustedes mismos no la interpretaron bien, ni tampoco dejaron interpretar correctamente a los que estaban tratando de hacerlo.
53Cuando Jesús salió de allí, los maestros de la ley y los fariseos empezaron a acosarlo por lo que estaba diciendo y lo provocaban haciéndole muchas más preguntas.
54En realidad estaban tratando de ponerle una trampa, para ver si decía algo malo y así poder incriminarlo.