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1-2Estos son los dichos del Predicador, hijo de David, que reinó en Jerusalén.[#1.1-2 Véase Introducción .]
¡Vana ilusión, vana ilusión!
¡Todo es vana ilusión!
3¿Qué provecho saca el hombre[#1.3 La pregunta planteada en este v. va a estar en el trasfondo de todo el libro (cf. Ec 2.22). Con el fin de hallar una respuesta, el autor realizó las experiencias a las que alude, por ej., en 1.16-17; 2.1.]
de tanto trabajar en este mundo?
4Unos nacen, otros mueren,
pero la tierra jamás cambia.
5Sale el sol, se oculta el sol,
y vuelve pronto a su lugar
para volver a salir.
6Sopla el viento hacia el sur,
y gira luego hacia el norte.
¡Gira y gira el viento!
¡Gira y vuelve a girar!
7Los ríos van todos al mar,
pero el mar nunca se llena;
y vuelven los ríos a su origen
para recorrer el mismo camino.
8No hay nadie capaz de expresar
cuánto aburren todas las cosas;
nadie ve ni oye lo suficiente
como para quedar satisfecho.
9Nada habrá que antes no haya habido;
nada se hará que antes no se haya hecho.
¡Nada hay nuevo en este mundo!
10Nunca faltará quien diga:
«¡Esto sí que es algo nuevo!»
Pero aun eso ya ha existido
siglos antes de nosotros.
11Las cosas pasadas han caído en el olvido,
y en el olvido caerán las cosas futuras
entre los que vengan después.
12Yo, el Predicador, fui rey de Israel en Jerusalén,
13y me entregué de lleno a investigar y estudiar con sabiduría todo lo que se hace en este mundo. ¡Vaya carga pesada que ha puesto Dios sobre los hombres para humillarlos con ella![#1.13 Lit. apliqué mi corazón. En el lenguaje bíblico, el corazón es la sede de la actividad consciente, tanto intelectual como afectiva y voluntaria. Véase Sal 12.2(3) n.]
14Y pude darme cuenta de que todo lo que se hace en este mundo es vana ilusión, es querer atrapar el viento.[#1.14 El verbo atrapar traduce un vocablo arameo que significa deseo, búsqueda o ambición. También hay aquí, probablemente, un juego de palabras con un verbo hebreo que tiene un sonido semejante y significa pastorear o apacentar. De este modo se pone de relieve una idea bien característica de Eclesiastés: la falta de proporción entre los esfuerzos realizados y los resultados alcanzados (cf. Ec 1.3) hace que toda actividad humana sea como un intento de atrapar (o de pastorear) el viento, es decir, de obtener un resultado que es en sí mismo inalcanzable. Cf. Ec 2.11,17,26; 4.4,6; 6.9.]
15¡Ni se puede enderezar lo torcido, ni hacer cuentas con lo que no se tiene!
16-17Entonces me dije a mí mismo: «Aquí me tienen, hecho un gran personaje, más sabio que todos los que antes de mí reinaron en Jerusalén; entregado por completo a profundizar en la sabiduría y el conocimiento, y también en la estupidez y la necedad, tan solo para darme cuenta de que también esto es querer atrapar el viento.»[#1.16-17 Cf. 1 R 4.29-31(5.9-11) .; #1.16-17 Este diálogo consigo mismo es un artificio literario destinado a hacer resaltar el carácter estrictamente personal de las observaciones y experiencias: el autor de este libro observa la realidad, reflexiona sobre ella y saca sus conclusiones con total independencia de juicio. Cf. Ec 2.1-2.]
18En realidad, a mayor sabiduría, mayores molestias; cuanto más se sabe, más se sufre.[#1.18 La sabiduría que se puede alcanzar mediante la observación y el razonamiento es útil y deseable (cf. Ec 7.5,11,12,19). Pero esa sabiduría no logra dar respuesta satisfactoria a las preguntas que más inquietan al espíritu humano (cf. Ec 3.11) ni asegura a los sabios un destino mejor que el de los necios (Ec 2.14-16). De ahí que la mucha sabiduría sea también una fuente de pesadumbre e insatisfacción. Cf. Ec 8.16-17.]