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1Miren, el Dios Padre por medio de Jesucristo nos regaló un perfecto amor sacrificial, con el propósito de ser llamados hijos de Dios y realmente lo somos. Por esta razón el mundo nos rechaza y no nos entiende, porque tampoco el mundo conoció y entendió a Dios en Cristo.
2Mis amados, ahora somos hijos de Dios y aún no tenemos claro lo mucho que eso significa, pero sabemos que cuando Él sea revelado totalmente, seremos semejantes a Él por medio de Jesucristo, pues vamos a experimentar a Dios tal como Él es.
3Y todo el que tiene esta absoluta confianza en Jesucristo se perfecciona a sí mismo porque Él es perfecto y puro.
4Todo aquel que practica el pecado, también practica la maldad, pues el pecado es maldad.
5Y ustedes saben que Jesucristo fue revelado con el propósito de limpiarnos de nuestros pecados, ya que en Él no existe pecado.
6Todo el que permanece en Jesucristo no persiste en el pecado; todo el que sigue pecando no ha experimentado a Cristo en su vida, ni ha intimado con Él.
7Mis hijos amados, que nadie les engañe, el que practica la justicia, que consiste en dignificar al prójimo y también autodignificarse, es justo así como Jesucristo es justo.[#(dikaiosúnen), sustantivo femenino en caso acusativo singular, traduce: equidad (de carácter o acto), justificación, justicia; viene del griego (díkaios) que significa justo. La palabra justicia en el Antiguo Testamento se refiere al contenido de la ley, y se diferencia de la ley. La intencionalidad de la ley es proteger y velar por la justicia, que consiste en hacer crecer al prójimo, dignificarlo, empoderarlo, construirlo, etc., como a uno mismo. La misión de Jesucristo fue devolverle la justicia a la ley, y poner la ley a servicio de la justicia, y no la justicia a servicio de la ley como hacían los religiosos de su época. Por eso es común encontrar expresiones de Jesús como “el sábado está al servicio del hombre y no el hombre a servicio del sábado” (Mr. 2:27).]
8El que practica el pecado, procede del diablo, porque hace muchísimo tiempo que el diablo peca y sigue pecando. Con este propósito se reveló Jesucristo: para destruir las obras del diablo.[#(diábolos), adjetivo masculino, en caso nominativo, singular, traduce: calumniador, diablo, acusador, enemigo. Este término tiene dos funciones gramaticales en el griego: 1. Cuando cumple con la función de sustantivo, hace referencia a un personaje maligno llamado diablo; 2. Cuando cumple la función de adjetivo calificativo es para describir conductas de chismes, calumnias o hacer referencia a adversarios. En el Nuevo Testamento se usa el término “diábolos” de las dos formas, hay momentos que describe las obras de un personaje maligno, enemigo de Dios, pero hay casos que no hace referencia a este personaje, más bien se refiere a personas que se comportan como él, ya sea con comentarios negativos o actitudes destructivas.]
9Todo el que ha sido engendrado por Dios no practica el pecado, pues la semilla o identidad de Dios mismo permanece en él y no debe, ni puede seguir en el pecado, porque es un hijo de Dios.
10Por medio de las obras se revela quienes son los hijos de Dios y quienes son los hijos del diablo; todo aquel que no practica la justicia, la cual consiste en dignificar y construir al prójimo, no pertenece a Dios y, por ende, no vive un amor sacrificial hacia su hermano.
11Porque este es el mensaje que ustedes escucharon atentamente desde el principio, que nos amemos con el amor sacrificial de Dios en Cristo los unos a los otros.[#ἀγαπῶμεν (agapómen), verbo en voz activa, modo indicativo, tiempo presente, primera persona del plural, traduce: amemos con el amor sacrificial; viene del verbo (agapáo), etimológicamente el verbo se forma de dos raíces: 1. El afijo (ag) significa yo y 2. El morfema (apo) significa clavar un puñal, sacrificar, incomodar, desacomodar. La palabra ágape desde este análisis sería dejar de ser yo para que el otro sea, desacomodarme yo para acomodar al otro, morir para que el otro viva, hace referencia a un amor sacrificial. En griego hay varios otros tipos de amor, pero el amor ágape, sacrificial, fue el que nos enseñó Jesús, por eso es entendido como amor perfecto o amor de Dios.]
12No seamos como Caín, quien era del maligno y asesinó a su hermano Abel, ¿cuál fue la causa o el motivo para que lo haya asesinado? Las obras de Caín eran malas, pero las obras de su hermano Abel eran justas.
13No se sorprendan, mis queridos hermanos, si el mundo los odia.
14Nosotros sabemos que salimos de la muerte hacia la vida, porque amamos con el amor sacrificial de Dios en Cristo a los demás, el que no ama, permanece en la muerte.
15Todo aquel que odia a su prójimo es un asesino, y ustedes saben que ningún homicida tiene vida eterna, la cual se alcanza al conocer y permanecer en Cristo.
16Sabemos lo que es el amor sacrificial de Dios en Cristo, porque Él dio su vida por nosotros, por lo tanto, el que ama de verdad, imita a Jesucristo y da su vida en favor de los demás, dejando de ser para que el otro sea.
17Aquel que posee recursos para una vida plena, y al presenciar la necesidad de su prójimo, permanece indiferente ante su desgracia, ¿cómo puede afirmar que el amor sacrificial de Dios en Cristo reside en su corazón?
18Mis amados hijos, no solamente amemos de palabra, de labios para afuera, sino con acciones concretas que demuestren un amor de verdad.
19Sabremos que procedemos de la verdad si somos capaces de mostrar a Dios que somos personas sinceras y de buen corazón.
20Pero si nuestra conciencia nos condena, cuanto más Dios, que es más grande que nuestra conciencia y lo conoce todo.
21Amados, si nuestra conciencia no nos condena, entonces gozamos de una relación sólida con Dios.
22Y todo cuanto pidamos, lo recibiremos de parte de Dios según nuestras necesidades, pues guardamos sus mandamientos y delante de Él practicamos lo correcto.
23Este es su mandamiento, que tengamos una fe por identidad en Jesucristo y nos amemos con el amor sacrificial de Dios en Cristo, así como Él nos enseñó.
24El que guarda los mandamientos de Dios, permanece en Él y a través del Espíritu Santo que Él nos dio, podremos tener intimidad con Él y saber que Dios permanece en nosotros.