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1Después de esto, Jesús subió de nuevo a la barca, pasó a la otra orilla del lago y se dirigió a la ciudad donde vivía.[#9,1: Se trata, sin duda, de Cafarnaún (ver VOCABULARIO BÍBLICO y segunda nota a 4,13), ciudad que Jesús usaba como centro de operaciones hasta el punto de que el evangelista la considera como “la ciudad donde vivía”.]
2Allí le llevaron un paralítico echado en una camilla. Viendo Jesús la fe de los que lo llevaban, dijo al paralítico:
— Ánimo, hijo. Tus pecados quedan perdonados.
3Entonces algunos maestros de la ley se dijeron: “Este blasfema”.[#12,31; 26,65; Mc 3,29; 14,64; Lc 12,10; Jn 10,33.]
4Pero Jesús, que leía sus pensamientos, les dijo:
— ¿Por qué piensan mal?
5¿Qué es más fácil? ¿Decir: “Tus pecados quedan perdonados”, o decir: “Levántate y anda”?
6Pues voy a demostrarles que el Hijo del hombre tiene autoridad en este mundo para perdonar pecados.[#9,6: Ver nota a 8,20.]
Se volvió entonces al paralítico y le dijo:
— Levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa.
7Y él se levantó y se fue a su casa.
8Los que estaban allí presentes quedaron sobrecogidos al ver esto, y alabaron a Dios, porque había dado tal autoridad a los humanos.[#5,16; 15,31; 16,19; 18,18; Lc 2,20; 13,13; Jn 20,23; Hch 4,21; 11,18; 21,20.]
9Jesús continuó su camino. Al pasar vio a un hombre llamado Mateo que estaba sentado en su despacho de recaudación de impuestos, y le dijo:[#9,9: Mc y Lc dan a este mismo personaje, en los respectivos lugares paralelos (Mc 2,14 y Lc 5,27), el nombre de Parece clara la identificación de ambos personajes, aunque algunos la han puesto en duda; en cualquier caso, ignoramos la razón precisa del doble nombre. En todas las listas apostólicas (10,3; Mc 3,18; Lc 6,15 y Hch 1,13) únicamente aparece el nombre de Mateo. En cuanto a que este Mateo pudiera ser el autor del evangelio que lleva su nombre, ver Introducción a este primer evangelio.— Ver segunda nota a Mc 2,14.]
— Sígueme.
Mateo se levantó y lo siguió.
10Más tarde, estando Jesús sentado a la mesa en casa de Mateo, acudieron muchos recaudadores de impuestos y gente de mala reputación, que se sentaron también a la mesa con Jesús y sus discípulos.[#9,10: El texto griego dice simplemente: Podría tratarse también de “la casa de Jesús”, pero es poco probable.— Ver nota a 5,46.— Lit. Así consideraban los fariseos a quienes interpretaban la ley de forma diferente a ellos o a quienes ejercían profesiones deshonrosas.]
11Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos:
— ¿Cómo es que su Maestro se sienta a comer con esa clase de gente?
12Jesús lo oyó y les dijo:
— No necesitan médico los que están sanos, sino los que están enfermos.
13A ver si aprendéis lo que significa aquello de: Yo no quiero que me ofrezcan sacrificios, sino que sean compasivos . Yo no he venido a llamar a los buenos, sino a los pecadores.[#9,13: Algunos mss. añaden:]
14Entonces se acercaron a Jesús los discípulos de Juan el Bautista y le preguntaron:
— ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos tantas veces y, en cambio, tus discípulos no ayunan?
15Jesús les contestó:
— ¿Pueden acaso estar tristes los invitados a una boda mientras el novio está con ellos? Ya llegará el momento en que les faltará el novio; entonces ayunarán.
16Nadie remienda un vestido viejo con una pieza de tela nueva, porque el remiendo tira de la tela, y el roto se hace mayor.
17Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos, porque los odres se revientan, se derrama el vino y se pierden los odres. El vino nuevo hay que echarlo en odres nuevos, para que ambas cosas se conserven.
18Mientras Jesús les estaba diciendo estas cosas, se le acercó un dignatario que, arrodillándose delante de él, le dijo:[#9,18: En los respectivos lugares paralelos, Mc y Lc explicitan el nombre del dignatario; se llamaba y era el jefe (o uno de los jefes) de la sinagoga de Cafarnaún (ver Mc 5,22 y Lc 8,41).]
— Mi hija acaba de morir; pero si tú vienes y pones tu mano sobre ella, volverá a vivir.
19Jesús se levantó y, seguido de sus discípulos, fue con él.
20En esto, una mujer que padecía hemorragias desde hacía doce años, se acercó por detrás a Jesús y tocó el borde de su manto,[#9,20: Se trata de una enfermedad relacionada con el ciclo menstrual y por tanto doblemente dolorosa, ya que las mujeres que padecían tal enfermedad eran consideradas legalmente impuras.; #Lv 15,25.]
21pues pensaba para sí misma: “Con sólo tocar su manto, me curaré”.
22Pero Jesús se volvió y, al verla, le dijo:
— Ánimo, hija, tu fe te ha salvado.
Y en aquel mismo instante la mujer recuperó la salud.
23Cuando Jesús llegó a casa del dignatario y vio a los flautistas y a la gente que se lamentaba, dijo:[#9,23: Es decir, los músicos que participaban en las ceremonias fúnebres y que acompañaban a las plañideras profesionales en los enterramientos de aquella época.]
24— Salgan de aquí. La muchacha no está muerta; está dormida.[#9,24: No es la única vez que el NT establece una misteriosa relación entre el sueño y la muerte: ver, al respecto, Jn 11,11-14; 1 Co 11,30; Ef 5,14; 1 Ts 4,13.]
Al oír esto, todos se rieron de Jesús;
25pero él, después que salió la gente, pasó adentro, tomó a la muchacha por la mano y ella se levantó.[#8,15; Mc 1,31; 9,27; Lc 7,14-15.]
26Y la noticia de este suceso se extendió por toda aquella región.
27Al salir Jesús de allí, lo siguieron dos ciegos que suplicaban a voces:
— ¡Ten compasión de nosotros, Hijo de David!
28Cuando entró en casa, los ciegos se le acercaron y Jesús les preguntó:
— ¿Creen ustedes que puedo hacer esto?
Ellos le contestaron:
— Sí, Señor.
29Entonces les tocó los ojos y dijo:
— Que se haga en ustedes conforme a la fe que tienen.
30Se les abrieron al punto los ojos y Jesús les ordenó:
— Procuren que nadie lo sepa.
31Ellos, sin embargo, en cuanto salieron, comenzaron a divulgarlo por toda la región.
32Acababan de irse los ciegos cuando se acercaron unos a Jesús y le presentaron un mudo que estaba poseído por un demonio.[#Mc 9,17.25; Lc 11,14.]
33En cuanto Jesús expulsó al demonio, el mudo comenzó a hablar. Y los que lo presenciaron decían asombrados:
— ¡Nunca se ha visto en Israel nada parecido!
34En cambio, los fariseos decían:
— El propio jefe de los demonios es quien le da a este el poder para expulsarlos.
35Jesús recorría todos los pueblos y aldeas enseñando en las sinagogas judías. Anunciaba la buena noticia del Reino y curaba toda clase de enfermedades y dolencias.[#9,35: Lit. ver nota a 4,23.; #4,23-24; Mc 1,34; Lc 7,21.]
36Y al ver a toda aquella gente, se sentía conmovido porque estaban maltrechos y desalentados, como ovejas sin pastor.[#14,14; 15,32; Nm 27,17; 1 Re 22,17; Ez 34,5; Za 13,7; Mc 6,34.]
37Dijo entonces a sus discípulos:
— La mies es mucha, pero son pocos los trabajadores.
38Por eso, pídanle al dueño de la mies que mande trabajadores a su mies.