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1que me decía: «Tú, hombre, ponte de pie, que te voy a hablar.»[#2.1 Lit. hijo de hombre, modismo hebreo que expresa la pertenencia al género humano. Esta expresión, que en el libro de Ezequiel aparece 87 veces, pone de relieve la pequeñez del ser humano frente a la majestad de Dios. En el libro de Daniel y en los Evangelios, las expresiones hijo de hombre e hijo del hombre van a recibir una nueva significación. Véanse Dn 7.13 nota; Mt 8.20 nota.]
2Mientras esa voz me hablaba, entró en mí el poder de Dios y me hizo ponerme de pie. Entonces oí que la voz que me hablaba[#2.2 Ningún profeta ha utilizado tanto como Ezequiel la palabra hebrea que puede traducirse, según los contextos, por viento, aliento vital, espíritu, y algunas veces también por fuerza o poder. Hay una cierta analogía, en efecto, entre el viento que sopla con fuerza (cf. Ez 1.4), el aliento de vida que anima por dentro a los seres vivientes (cf. Ez 37.9-10) y la acción misteriosa de Dios que comunica la inspiración profética (cf. Ez 8.3) o transforma radicalmente el interior del hombre (cf. Ez 36.27: pondré en ustedes mi espíritu ). Acerca del Espíritu en el NT, véase el Índice temático .; #2.2 El vocabulario de Ezequiel hace resaltar el ímpetu con que el espíritu del Señor invade al profeta y lo hace entrar en éxtasis (3.24), lo levanta (3.12; 8.3), lo traslada de un lugar a otro (11.1; 43.5; cf. 37.1), o se le manifiesta como la fuerza que penetra dentro de los cuerpos inanimados para darles vida (37.5).]
3seguía diciendo: «A ti, hombre, te voy a enviar a los israelitas, un pueblo desobediente que se ha rebelado contra mí. Ellos y sus antepasados se han levantado contra mí hasta este mismo día.[#2.3 La misión es un aspecto esencial de la actividad profética (cf. Is 6.8; Jer 1.7; Am 7.15). En este caso, a Ezequiel se le confía la misión de anunciar a sus compatriotas que el Dios de Israel no los tiene olvidados (cf. Ez 2.7), a pesar de sus constantes rebeldías y aunque hayan sido desterrados fuera de su patria. Véase Ez 1.14 n.]
4También sus hijos son tercos y de cabeza dura. Pues te voy a enviar a ellos, para que les digas: “Esto dice el Señor.”[#2.3-4 La insistencia en la terquedad y en la desobediencia de los que habrán de oír su mensaje (cf. Ez 2.6-8; 3.9) hace resaltar las enormes dificultades que deberá afrontar el profeta para dar cumplimiento a su misión (cf. Jer 20.10).]
5Y ya sea que te hagan caso o no, pues son gente rebelde, sabrán que hay un profeta en medio de ellos.[#2.5 La responsabilidad del profeta consiste en anunciar la palabra de Dios, sin dejarse guiar por el éxito que obtenga entre sus oyentes (cf. Ez 2.7; 3.11).]
6Tú, hombre, no tengas miedo de ellos ni de lo que te digan, aunque te sientas como rodeado de espinos o viviendo entre alacranes. No tengas miedo de lo que te digan ni te asustes ante la cara que pongan, por muy rebeldes que sean.
7Tú comunícales mis palabras, ya sea que te hagan caso o no, pues son muy rebeldes.
8Atiende bien lo que te digo, y no seas rebelde como ellos. Abre la boca y come lo que te voy a dar.»
9Entonces vi una mano extendida hacia mí, la cual tenía un escrito enrollado.
10La mano lo desenrolló delante de mí. Estaba escrito por ambos lados: eran lamentos, ayes de dolor y amenazas.[#2.9-10 Cf. Zac 5.1-4; Ap 5.1.]