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1Cuando amaneció, todos los jefes de los sacerdotes y los ancianos de los judíos se pusieron de acuerdo en un plan para matar a Jesús.[#27.1 Véase Mt 26.57 n.]
2Lo llevaron atado y se lo entregaron a Pilato, el gobernador romano.[#27.2 Poncio Pilato era prefecto o gobernador romano y gobernó en Judea en los años 26-36 d.C. Véase Mt 27.11 n.]
3Judas, el que había traicionado a Jesús, al ver que lo habían condenado, tuvo remordimientos y devolvió las treinta monedas de plata a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos,[#Hch 1.18-19.]
4diciéndoles:
—He pecado entregando a la muerte a un hombre inocente.
Pero ellos le contestaron:
—¿Y eso qué nos importa a nosotros? ¡Eso es cosa tuya!
5Entonces Judas arrojó las monedas en el templo, y fue y se ahorcó.
6Los jefes de los sacerdotes recogieron aquel dinero, y dijeron:
—Este dinero está manchado de sangre; no podemos ponerlo en el cofre de las ofrendas.
7Así que tomaron el acuerdo de comprar con él un terreno llamado el Campo del Alfarero, para tener un lugar donde enterrar a los extranjeros.
8Por eso, aquel terreno se llama hasta el día de hoy Campo de Sangre.
9Así se cumplió lo que había dicho el profeta Jeremías: «Tomaron las treinta monedas de plata, el precio que los israelitas le habían puesto,
10y con ellas compraron el campo del alfarero, tal como me lo ordenó el Señor.»[#27.9-10 La cita parece corresponder a Zac 11.12-13, con ciertas modificaciones; el uso del nombre de Jeremías se debe quizás a que éste se refirió al alfarero (Jer 18.1-7) y también a la compra de un campo (Jer 32.6-15). Véase Mt 1.22 n.]
11Jesús fue llevado ante el gobernador, que le preguntó:
—¿Eres tú el Rey de los judíos?
—Tú lo has dicho —contestó Jesús.
12Mientras los jefes de los sacerdotes y los ancianos lo acusaban, Jesús no respondía nada.
13Por eso Pilato le preguntó:
—¿No oyes todo lo que están diciendo contra ti?
14Pero Jesús no le contestó ni una sola palabra; de manera que el gobernador se quedó muy extrañado.[#27.12-14 Is 53.7; Mt 26.63; Lc 23.9; Jn 19.9.]
15Durante la fiesta, el gobernador acostumbraba dejar libre un preso, el que la gente escogiera.[#27.15 la de la Pascua (Mt 26.2 n.).]
16Había entonces un preso famoso llamado Jesús Barrabás;
17y estando ellos reunidos, Pilato les preguntó:
—¿A quién quieren ustedes que les ponga en libertad: a Jesús Barrabás, o a Jesús, el que llaman el Mesías?
18Porque se había dado cuenta de que lo habían entregado por envidia.
19Mientras Pilato estaba sentado en el tribunal, su esposa mandó a decirle: «No te metas con ese hombre justo, porque anoche tuve un sueño horrible por causa suya.»
20Pero los jefes de los sacerdotes y los ancianos convencieron a la multitud de que pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.[#27.20 La multitud parece haber sido una chusma reunida por iniciativa de los sacerdotes y ancianos; nada hay que la identifique con la multitud de Mt 21.8-11.]
21El gobernador les preguntó otra vez:
—¿A cuál de los dos quieren ustedes que les ponga en libertad?
Ellos dijeron:
—¡A Barrabás!
22Pilato les preguntó:
—¿Y qué voy a hacer con Jesús, el que llaman el Mesías?
Todos contestaron:
—¡Crucifícalo!
23Pilato les dijo:
—Pues ¿qué mal ha hecho?
Pero ellos volvieron a gritar:
—¡Crucifícalo!
24Cuando Pilato vio que no conseguía nada, sino que el alboroto era cada vez mayor, mandó traer agua y se lavó las manos delante de todos, diciendo:[#27.24 gesto que afirma inocencia; cf. Dt 21.1-9; Sal 26.6.]
—Yo no soy responsable de la muerte de este hombre; es cosa de ustedes.
25Toda la gente contestó:
—¡Nosotros y nuestros hijos nos hacemos responsables de su muerte!
26Entonces Pilato dejó libre a Barrabás; luego mandó azotar a Jesús y lo entregó para que lo crucificaran.[#27.26 Véase Crucifixión, cruz en el Índice temático. Antes de ser crucificado, el sentenciado era azotado con un látigo de varias puntas lacerantes.]
27Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al palacio y reunieron toda la tropa alrededor de él.[#27.27 el pretorio o casa donde se alojaba el gobernador, quien vivía en Cesarea pero pasaba ciertas temporadas en Jerusalén. El lugar sería o el palacio de Herodes, al poniente de la ciudad, o la Fortaleza Antonia, cerca del templo, donde se hallaba el cuartel de la tropa romana.]
28Le quitaron su ropa, lo vistieron con una capa roja[#27.28 Cf. Lc 23.11. Capa roja: probablemente una capa militar de ese color que sugería, a manera de burla, la púrpura con la que se vestían los reyes.]
29y le pusieron en la cabeza una corona tejida de espinas y una vara en la mano derecha. Luego se arrodillaron delante de él, y burlándose le decían:[#27.29 La corona de espinas y la vara eran una imitación burlona de la corona y el cetro de un rey.]
—¡Viva el Rey de los judíos!
30También lo escupían, y con la misma vara le golpeaban la cabeza.[#27.30 Cf. Is 50.6.]
31Después de burlarse así de él, le quitaron la capa roja, le pusieron su propia ropa y se lo llevaron para crucificarlo.[#27.31 La crucifixión se convertía muchas veces en un espectáculo, y se obligaba al condenado a llevar a cuestas el pesado travesaño de la cruz en que lo iban a colgar (véase Mt 10.38 n.).]
32Al salir de allí, encontraron a un hombre llamado Simón, natural de Cirene, a quien obligaron a cargar con la cruz de Jesús.[#27.32 ciudad griega en la costa norte de África, poblada en parte por judíos. Respecto a los hijos de Simón, véase Mc 15.21 n.]
33Cuando llegaron a un sitio llamado Gólgota, (es decir, «Lugar de la Calavera»),[#27.33 Véase Índice temático .]
34le dieron a beber vino mezclado con hiel; pero Jesús, después de probarlo, no lo quiso beber.[#Sal 69.21 (22).]
35Cuando ya lo habían crucificado, los soldados echaron suertes para repartirse entre sí la ropa de Jesús.[#27.35 Alusión al Sal 22.18 (19).]
36Luego se sentaron allí para vigilarlo.
37Y por encima de su cabeza pusieron un letrero, donde estaba escrita la causa de su condena. El letrero decía: «Este es Jesús, el Rey de los judíos.»[#27.37 Era común exponer públicamente el delito del criminal; en el caso de Jesús, la inscripción indicaba que era un sedicioso que aspiraba al título de rey.]
38También fueron crucificados con él dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.[#27.38 También puede traducirse por insurrectos o ladrones .]
39Los que pasaban lo insultaban, meneando la cabeza[#27.39 El autor usa el lenguaje de Sal 22.7 (8); cf. Sal 109.25.]
40y diciendo:
—¡Tú ibas a derribar el templo y a reconstruirlo en tres días! ¡Si eres Hijo de Dios, sálvate a ti mismo y bájate de la cruz!
41De la misma manera se burlaban de él los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, junto con los ancianos. Decían:
42—Salvó a otros, pero a sí mismo no puede salvarse. Es el Rey de Israel: ¡pues que baje de la cruz, y creeremos en él!
43Ha puesto su confianza en Dios: ¡pues que Dios lo salve ahora, si de veras lo quiere! ¿No nos ha dicho que es Hijo de Dios?[#27.43 Cita del Sal 22.8 (9) .; #27.43 Jn 5.18; 10.36; 19.7.]
44Y hasta los bandidos que estaban crucificados con él, lo insultaban.
45Desde el mediodía y hasta las tres de la tarde, toda la tierra quedó en oscuridad.[#27.45 Cf. Jl 2.31 (3.4); Am 8.9. Desde el mediodía y hasta las tres de la tarde: Lit. desde la hora sexta hasta la hora novena; véase Mt 20.3 n. Toda la tierra: o toda aquella tierra .]
46A esa misma hora, Jesús gritó con fuerza: «Elí, Elí, ¿lemá sabactani?» (es decir: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»)[#27.46 Sal 22.1 (2). La frase Dios mío, Dios mío se cita en su forma hebrea; la pregunta ¿por qué me has abandonado? se cita en arameo.]
47Algunos de los que estaban allí, lo oyeron y dijeron:
—Este está llamando al profeta Elías.
48Al momento, uno de ellos fue corriendo en busca de una esponja, la empapó en vino agrio, la ató a una caña y se la acercó para que bebiera.[#27.48 Sal 69.21 (22). Vino agrio: vino corriente que tomaban los soldados y la gente de pocos recursos. Algunas versiones traducen vinagre .]
49Pero los otros dijeron:
—Déjalo, a ver si Elías viene a salvarlo.
50Jesús dio otra vez un fuerte grito, y murió.
51En aquel momento el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. La tierra tembló, las rocas se partieron[#27.51 Había dos cortinas o velos en el templo: una, grande y vistosa, a la entrada, y otra que separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo (Ex 26.31-33; 2 Cr 3.14). La interpretación común es que se trata de la segunda. A la luz de Heb 6.19; 9.3-12; 10.19-20, el velo rasgado se ha interpretado como símbolo del libre acceso a Dios logrado por la muerte de Cristo.]
52y los sepulcros se abrieron; y hasta muchas personas santas, que habían muerto, volvieron a la vida.
53Entonces salieron de sus tumbas, después de la resurrección de Jesús, y entraron en la santa ciudad de Jerusalén, donde mucha gente los vio.
54Cuando el capitán y los que estaban con él vigilando a Jesús vieron el terremoto y todo lo que estaba pasando, se llenaron de miedo y dijeron:
—¡De veras este hombre era Hijo de Dios!
55Estaban allí, mirando de lejos, muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea y que lo habían ayudado.[#27.55-56 Lc 8.2-3 n. Desde Galilea: es decir, desde los tiempos de la actividad de Jesús en Galilea (cf. Lc 8.1-3).]
56Entre ellas se encontraban María Magdalena, María la madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.[#27.56 Cf. Mt 4.21, y véase 20.20 n. En cuanto a las otras personas mencionadas, véanse notas sobre Mc 15.40.]
57Cuando ya anochecía, llegó un hombre rico llamado José, natural de Arimatea, que también se había hecho seguidor de Jesús.[#27.57 o Al atardecer: es decir, antes de la puesta del sol, hora en que empezaba el sábado.; #27.57 un pueblo situado probablemente al noroeste de Jerusalén.]
58José fue a ver a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato ordenó que se lo dieran,
59y José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana de lino limpia
60y lo puso en un sepulcro nuevo, de su propiedad, que había hecho cavar en la roca. Después de tapar la entrada del sepulcro con una gran piedra, se fue.[#27.60 Algunos de los judíos sepultaban a sus muertos en cuevas labradas en la roca, cerradas luego con una piedra redonda y pesada que se hacía rodar ante la entrada.]
61Pero María Magdalena y la otra María se quedaron sentadas frente al sepulcro.[#27.61 Las dos Marías del v. 56.]
62Al día siguiente, es decir, el sábado, los jefes de los sacerdotes y los fariseos fueron juntos a ver a Pilato,[#27.62 Lit. después de la preparación. El viernes recibía el nombre de día de la preparación porque en él se hacían los preparativos para la celebración del sábado.]
63y le dijeron:
—Señor, recordamos que aquel mentiroso, cuando aún vivía, dijo que después de tres días iba a resucitar.
64Por eso, mande usted asegurar el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos y roben el cuerpo, y después digan a la gente que ha resucitado. En tal caso, la última mentira sería peor que la primera.
65Pilato les dijo:
—Ahí tienen ustedes soldados de guardia. Vayan y aseguren el sepulcro lo mejor que puedan.
66Fueron, pues, y aseguraron el sepulcro poniendo un sello sobre la piedra que lo tapaba; y dejaron allí los soldados de guardia.