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2¡Canten alegres a Dios, que es nuestra fuerza!
¡Alaben con gritos de alegría al Dios de Jacob!
3Canten al son del pandero,
de la dulce arpa y del salterio.
4Toquen la trompeta al llegar la luna nueva,
y también al llegar la luna llena,
que es el día de nuestra gran fiesta.
5Porque éste es el mandamiento[#81.5 Israel recibió de Dios la orden de mantener siempre vivo el recuerdo de las acciones que el Señor había realizado en favor de su pueblo, y de celebrarlas anualmente en sus fiestas litúrgicas. Cf. Lv 23.33-44.]
que el Dios de Jacob dio a Israel;
6es el mandato dado a José[#81.6 representa aquí a las doce tribus de Israel. Véase, en sentido diferente, Sal 80.2-3 n.]
cuando Dios salió contra Egipto.
Oí una voz que yo no conocía:
7«Te he quitado la carga de los hombros,
te he aliviado del trabajo duro.
8En tu angustia me llamaste, y te salvé;[#81.8 Ex 3.16-17; Dt 26.6-7.]
te contesté desde la nube que tronaba;
te puse a prueba junto a las aguas de Meribá.
9Escucha, pueblo mío, mi advertencia;
¡ojalá me obedezcas, Israel!
10No tengas dioses extranjeros;
no adores dioses extraños.
11Yo soy el Señor, tu Dios,
el que te sacó de la tierra de Egipto;
abre tu boca, y yo te satisfaré.
12»Pero mi pueblo no quiso oírme;
¡Israel no quiso obedecerme!
13Por eso los dejé seguir con su capricho,
y vivieron como mejor les pareció.
14¡Si mi pueblo me hubiera escuchado!
¡Si Israel hubiera seguido mis caminos,
15en un abrir y cerrar de ojos
yo habría humillado a sus enemigos
y castigado a sus contrarios!»
16Los que odian al Señor caerían aterrados,[#81.16 otra posible traducción: lo adularían.]
y su condenación quedaría sellada.
17Dios alimentaría a su pueblo con lo mejor del trigo,
y con miel silvestre apagaría su sed.