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1Jesús reunió a los Doce y les dio poder y autoridad para expulsar toda clase de demonios y para curar enfermedades.[#9,1: Bastantes mss., entre ellos varios de reconocido valor, añaden: — Ver nota a Mt 8,16.; #Mt 10,2.]
2Los envió a anunciar el reino de Dios y a curar a los enfermos.[#10,7.]
3Les dijo:
— No lleven nada para el camino: ni bastón, ni zurrón, ni pan, ni dinero. Ni siquiera dos trajes.
4Cuando entren en una casa, quédense en ella hasta que salgan del lugar.
5Si en algún pueblo no quieren recibirlos, salgan de allí y sacudan el polvo pegado a sus pies, como testimonio contra esa gente.[#9,5: Ver nota a Mt 10,14.; #10,10-11; Hch 13,51, (ver 9,43; 16,15; 17,16; 18,6).]
6Ellos salieron y recorrieron todas las aldeas, anunciando por todas partes el mensaje de salvación y curando a los enfermos.[#9,6: Lit. Ver notas a Mc 1,1 y Rm 1,1.]
7Cuando Herodes, que gobernaba en Galilea, se enteró de todo lo que estaba sucediendo, se quedó desconcertado, porque algunos decían que Juan el Bautista había resucitado de entre los muertos.[#9,7: Lit. Ver tercera nota a 3,1.; #9,19 y par.; Mt 3,1; 11,14; 16,14.]
8Otros decían que se había aparecido el profeta Elías; y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado.
9Pero Herodes dijo:
— Yo mandé decapitar a Juan. ¿Quién podrá ser ese de quien cuentan tales cosas?
Y andaba buscando la ocasión de conocerlo.
10Cuando volvieron los apóstoles, contaron a Jesús todo lo que habían hecho. Jesús se los llevó aparte, a un pueblo llamado Betsaida.[#9,10: Ver nota a Mt 11,21.; #6,13.]
11Pero la gente se dio cuenta y lo siguió. Jesús los acogió, les habló del reino de Dios y curó a los enfermos.
12Al comenzar a declinar el día, los Doce se acercaron a Jesús y le dijeron:
— Despide a toda esa gente para que vayan a las aldeas y caseríos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en despoblado.
13Jesús les contestó:
— Denles de comer ustedes mismos.
Ellos replicaron:
— Nosotros no tenemos más que cinco panes y dos peces, a menos que vayamos y compremos comida para toda esta gente.
14Eran unos cinco mil hombres. Jesús dijo a sus discípulos:[#9,14: Ver nota a Mc 6,44.]
— Hagan que se recuesten en grupos como de cincuenta personas.
15Ellos siguieron sus instrucciones, y toda la gente se recostó.
16Luego Jesús tomó los cinco panes y los dos peces y, mirando al cielo, los bendijo, los partió y se los fue dando a sus discípulos para que los distribuyeran entre la gente.
17Todos comieron hasta quedar satisfechos, y todavía se recogieron doce cestos llenos de trozos sobrantes.
18En una ocasión en que Jesús se había retirado para orar a solas, los discípulos fueron a reunirse con él. Jesús, entonces, les preguntó:
— ¿Quién dice la gente que soy yo?
19Ellos contestaron:
— Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que uno de los antiguos profetas que ha resucitado.
20Jesús insistió:
— Y ustedes, ¿quién dicen que soy?
Entonces Pedro declaró:
— ¡Tú eres el Mesías enviado por Dios!
21Jesús, por su parte, les encargó encarecidamente que a nadie dijeran nada de esto.[#9,21: Ver notas a Mc 1,34 y Mt 8,4.]
22Les dijo también:
— El Hijo del hombre tiene que sufrir mucho; va a ser rechazado por los ancianos del pueblo, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley que le darán muerte; pero al tercer día resucitará.
23Y añadió, dirigiéndose a todos:
— Si alguno quiere ser discípulo mío, deberá olvidarse de sí mismo, cargar con su cruz cada día y seguirme.
24Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que entregue su vida por causa de mí, ese la salvará.[#17,33; Mt 10,39; Jn 12,25.]
25¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si él se pierde o se destruye a sí mismo?
26Pues bien, si alguno se avergüenza de mí y de mi mensaje, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga rodeado de su gloria, de la gloria del Padre y de la de los santos ángeles.[#12,9; Mt 10,23.33; 16,27; 25,31; 2 Tm 2,12.]
27Les aseguro que algunos de los que están aquí no morirán sin antes haber visto el reino de Dios.
28Unos ocho días después de esto, Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago y subió al monte a orar.
29Y sucedió que, mientras Jesús estaba orando, cambió el aspecto de su rostro y su ropa se volvió de una blancura resplandeciente.
30En esto aparecieron dos personajes que conversaban con él. Eran Moisés y Elías,[#Dt 18,15.18; 2 Re 2,11-12.]
31los cuales, envueltos en un resplandor glorioso, hablaban con Jesús de lo que estaba a punto de sucederle en Jerusalén.[#9,31: Lit. , es decir, de su salida, de su partida, aludiendo sin duda a los acontecimientos de la pasión, muerte, resurrección y ascensión de Jesús en Jerusalén.; #Ex 34,29-35; 2 Co 2,7-11.]
32Pedro y sus compañeros se sentían cargados de sueño, pero se mantuvieron despiertos y vieron la gloria de Jesús y a los dos personajes que estaban con él.[#Jn 1,14; 2 Pe 1,16.]
33Luego, mientras estos se separaban de Jesús, dijo Pedro:
— ¡Maestro, qué bien estamos aquí! Hagamos tres cabañas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
En realidad, Pedro no sabía lo que decía.
34Aún estaba hablando Pedro, cuando quedaron envueltos en la sombra de una nube, y se asustaron al verse en medio de ella.[#9,34: Ver nota a Mt 17,5.]
35Entonces salió de la nube una voz que decía:
— Este es mi Hijo elegido. Escúchenlo.
36Todavía resonaba la voz cuando Jesús se encontró solo. Los discípulos guardaron silencio y por entonces no contaron a nadie lo que habían visto.[#9,36: Ver notas a Mc 1,34 y Mt 8,4.]
37Al día siguiente, cuando bajaron del monte, mucha gente salió al encuentro de Jesús.
38De pronto, un hombre de entre la gente gritó:
— ¡Maestro, por favor, mira a mi hijo, que es el único que tengo!
39Un espíritu maligno se apodera de él y de repente comienza a gritar; luego lo zarandea con violencia, haciéndole echar espuma por la boca y, una vez que lo ha destrozado, a duras penas se aparta de él.[#9,39: Ver nota a Mc 9,18.]
40He rogado a tus discípulos que lo expulsen, pero no han podido.
41Jesús exclamó:
— ¡Gente incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo habré de estar con ustedes y soportarlos? Trae aquí a tu hijo.
42Cuando el muchacho se acercaba a Jesús, el demonio lo derribó al suelo y le hizo retorcerse. Jesús, entonces, increpó al espíritu impuro, curó al muchacho y lo devolvió a su padre.[#9,39.42: Ver nota a Mt 8,16.]
43Y todos se quedaron atónitos al comprobar la grandeza de Dios.
Mientras todos seguían admirados por lo que Jesús había hecho, él dijo a sus discípulos:
44— Escúchenme bien y no olviden esto: el Hijo del hombre está a punto de ser entregado en manos de los hombres.
45Pero ellos no comprendieron lo que les decía; todo les resultaba enigmático de modo que no lo entendían. Y tampoco se atrevían a pedirle una explicación.[#18,34; Mt 8,17.21.]
46Los discípulos comenzaron a discutir quién de ellos era el más importante.[#22,24.26-27.]
47Pero Jesús, que se dio cuenta de lo que estaban pensando, tomó a un niño, lo puso a su lado
48y les dijo:
— El que reciba en mi nombre a este niño, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, recibe al que me ha enviado. Porque el más insignificante entre todos ustedes, ese es el más importante.
49Juan le dijo:
— Maestro, hemos visto a uno que estaba expulsando demonios en tu nombre y se lo hemos prohibido, porque no es de los nuestros.
50Jesús le contestó:
— No se lo prohiban, porque el que no está contra ustedes, está a favor de ustedes.
51Cuando ya iba acercándose el tiempo de su Pascua, Jesús tomó la firme decisión de dirigirse a Jerusalén.[#9,51: Lit. Ver nota a 9,31.]
52Envió por delante mensajeros que entraron en una aldea de Samaría para prepararle alojamiento.[#9,52: Ver nota a Mt 10,5.; #2 Re 17,24-41; Eclo 50,25-26; Jn 4,9; (ver 10,33; 17,16).]
53Pero como Jesús se dirigía a Jerusalén, los samaritanos se negaron a recibirlo.
54Al ver esto, los discípulos Santiago y Juan dijeron:
— Señor, ¿ordenamos que descienda fuego del cielo y los destruya?
55Pero Jesús, encarándose con ellos, los reprendió con severidad.
56Y se fueron a otra aldea.
57Mientras iban de camino, dijo uno a Jesús:
— Estoy dispuesto a seguirte adondequiera que vayas.
58Jesús le contestó:
— Las zorras tienen guaridas y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre ni siquiera tiene dónde recostar la cabeza.
59A otro le dijo:
— Sígueme.
A lo que respondió el interpelado:
— Señor, permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre.
60Jesús le contestó:
— Deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú dedícate a anunciar el reino de Dios.
61Otro le dijo también:
— Estoy dispuesto a seguirte, Señor, pero permíteme que primero me despida de los míos.
62Jesús le contestó:
— Nadie que ponga su mano en el arado y mire atrás es apto para el reino de Dios.