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1Salmo de David .
Señor, a ti clamo, acude a mí,
escucha mi voz cuando te llamo.
2Que mi oración sea ante ti como incienso,
mis manos alzadas como ofrenda de la tarde.
3Señor, pon en mi boca un centinela
que vigile a la puerta de mis labios.
4No dejes que mi corazón se incline al mal,
que cometa injusticias con los malhechores.
¡Que no pruebe yo sus manjares!
5Que el justo por amor me corrija y me reprenda,
que el aceite del malvado no perfume mi cabeza,
que mi oración se alce frente a sus maldades.
6Serán arrojados sus magistrados contra las rocas
y sabrán entonces que eran suaves mis palabras.
7Como tierra que se rompe y desmenuza,[#141,7: Otras lecturas: “como una rueda de molino estrellada contra el suelo”; “mientras se abre una grieta en la tierra”. Las duras imprecaciones dirigidas por el justo contra los malvados constituyen un lugar bastante común en el salterio. Ver 11,6; 53,6; 55,24.]
se esparcen sus huesos
a las puertas del reino de los muertos.
8Señor, Dios mío, hacia ti dirijo mis ojos,
en ti me refugio, no me desampares.
9Guárdame de la red que me han tendido,
de las trampas de los malhechores.
10Que caigan los malvados en sus trampas,
mientras yo sigo adelante.