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1Cuando Josafat, rey de Judá, regresaba sano y salvo a su palacio de Jerusalén,
2le salió al encuentro el profeta Jehú, hijo de Jananí, para decirle:
—¿Así que ayudas al malvado y amas a los que odian al Señor? Por eso, te ha castigado el Señor.
3Sin embargo, también tienes cosas buenas a tu favor, pues has quemado los postes sagrados del país y has puesto todo tu empeño en seguir a Dios.[#14,2; 22,9b.]
4Aunque Josafat residía en Jerusalén, volvió a visitar al pueblo desde Berseba hasta la serranía de Efraín, con la intención de convertirlo al Señor, Dios de sus antepasados;
5nombró también jueces en todas y cada una de las ciudades fortificadas del territorio de Judá,
6y les dio estas órdenes:
—Miren bien lo que hacen, porque no administran la justicia humana, sino la justicia del Señor, que estará con ustedes cuando dicten sentencia.
7Por tanto, respeten al Señor y tengan cuidado con lo que hacen, porque el Señor nuestro Dios no tolera corrupciones, ni favoritismos, ni sobornos.[#Dt 1,16-17; 10,17; 16,19.]
8Josafat designó también en Jerusalén a algunos levitas, sacerdotes y cabezas de familia israelitas para administrar la justicia del Señor y para dirimir pleitos. Residían en Jerusalén[#Dt 17,19.]
9y Josafat les dio estas instrucciones:
—Deberán actuar con respeto al Señor, con fidelidad y con total integridad.
10En cualquier pleito que les presenten sus hermanos que habitan en sus ciudades, sean causas criminales o asuntos relativos a la ley, mandamientos, normas y decretos, los instruirán para que no pequen contra el Señor y no recaiga su ira sobre ustedes y sus hermanos. Si actúan así, no pecarán.
11El sacerdote Amarías será el encargado de los asuntos religiosos y Zebadías, hijo de Ismael y jefe de Judá, el de los asuntos civiles. Los levitas les servirán como oficiales. ¡Ánimo y manos a la obra! ¡Que el Señor acompañe a los justos!