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1El año en que murió el rey Ozías, vi al Señor sentado en su alto y excelso trono. El ruedo de su manto llenaba el Templo.[#Ex 40,34-35; 1 Re 8,10-12; 22,19 (ver Ez 1,5-12); Ap 4,2-8.]
2Por encima de él había serafines, con seis alas cada uno: con dos se tapaban la cara, con otras dos se tapaban los genitales, y con el tercer par de alas se mantenían en vuelo.[#6,2: Lit. En la cultura del antiguo Israel la palabra tenía, en algunas ocasiones, valor eufemístico para evitar referirse abiertamente a los órganos sexuales.]
3Se gritaban entre sí, diciendo: «Santo, santo, santo, el Señor del universo; la tierra toda rebosa de su gloria».[#Nm 14,21.]
4Los quicios de las puertas temblaron ante el estruendo de su voz, y el Templo se llenó de humo.
5Me dije entonces:
«¡Ay de mí, estoy perdido!
Soy un hombre de labios impuros,
yo, que habito entre gente de labios impuros,
y he visto con mis propios ojos
al Rey, Señor del universo».
6Voló entonces hacia mí uno de los serafines, con un ascua en su mano; la había tomado del altar con unas tenazas
7y la puso en mi boca diciendo: «Al tocar esto tus labios, tu culpa desaparece, se perdona tu pecado».
8Oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros? Contesté: «Yo mismo. Envíame».[#Jr 1,5-10; Ez 2,1-7.]
9Él añadió: Ve a decir a este pueblo:
Escuchen con atención, pero no entiendan;
observen con cuidado, pero no aprendan.
10Embota el corazón de este pueblo,
endurece sus oídos y ciega sus ojos,
no sea que acaben viendo y oyendo,
que su corazón entienda,
se convierta y se cure.
11Yo pregunté: «¿Hasta cuándo, Señor?». Me respondió:
Hasta que queden desoladas
y sin habitantes las ciudades,
las casas sin personas,
los campos devastados.
12El Señor alejará a la gente,
aumentará el abandono del país.
13Si queda una décima parte,
será de nuevo arrasada;
como una encina o un roble,
que al talarlos queda un tocón.
Semilla santa será su tocón.