Jeremías 1

Jeremías 1

Introducción

1Dichos y hechos de Jeremías, hijo de Hilquías. Jeremías pertenecía a una familia de sacerdotes que vivían en el pueblo de Anatot, en la región de la tribu de Benjamín.[#1.1 Esta expresión traduce un vocablo hebreo que habitualmente significa palabras, pero que en determinados contextos se refiere a sucesos o acontecimientos. El libro de Jeremías no contiene solamente dichos o palabras del profeta, sino también numerosos relatos de carácter biográfico.; #1.1 el padre de Jeremías, no es el sacerdote del mismo nombre que encontró el libro de la ley en el templo de Jerusalén, en el año 622 a.C. (2 R 22.8).; #1.1 era una población situada a unos 5 km. al nordeste de Jerusalén y se menciona en la lista de las ciudades levíticas (Jos 21.13-18). Los sacerdotes de Anatot estaban sin duda emparentados con Abiatar, uno de los sacerdotes de David (cf. 1 S 22.20-23), que fue expulsado de Jerusalén por el rey Salomón (cf. 1 R 2.26-27). Además, los miembros de esta familia sacerdotal eran probablemente descendientes de Elí, el sacerdote del antiguo santuario de Siló. Véanse 1 S 2.33 n. e Índice de mapas.; #1.1 Véase Jos 18.11 n.]

2El Señor le habló a Jeremías cuando Josías, hijo de Amón, estaba en el año trece de su reinado en Judá.[#1.2 Jer 25.3. Josías reinó en Judá entre los años 640 y 609 a.C., de manera que el año trece de su reinado corresponde al año 627 a.C. Cf. 2 R 22.1—23.30; 2 Cr 34—35.]

3También le habló durante el tiempo en que Joaquim, hijo de Josías, era rey de Judá, y hasta que Sedequías, también hijo de Josías, cumplió once años como rey de Judá; es decir, hasta el quinto mes de aquel año, cuando los habitantes de Jerusalén fueron llevados al destierro.[#1.3 Acerca de los reyes Joaquim y Sedequías, cf. 2 R 23.36—25.7, y véanse Jer 22.30 n.; 26.1 nota; 27.1 nota.; #1.3 Este destierro de los habitantes de Judá a Babilonia tuvo lugar en el año 586 a.C. (cf. 2 R 25.8-21). Jeremías no integró la caravana de los deportados (cf. Jer 40.1-6), sino que después de la destrucción de Jerusalén siguió ejerciendo una importante actividad entre sus compatriotas que no fueron condenados al exilio. Acerca de esta última etapa de su actividad profética, cf. Jer 42—44.]

El Señor llama a Jeremías

4El Señor se dirigió a mí, y me dijo:

5«Antes de darte la vida, ya te había yo escogido;[#1.5 Lit. antes de formarte en el vientre materno (Job 10.8-12; Sal 139.13-16; cf. Jer 18.6). En realidad, el Señor no llama a Jeremías para invitarlo a ejercer la misión profética; le informa, más bien, que él le ha dado la vida con la expresa finalidad de hacer de él un profeta.; #1.5 Lit. conocido, en el sentido bíblico del verbo conocer, que implica casi siempre una relación muy íntima y personal (cf. Jn 10.3-4,14-15) y en algunos contextos, como en el caso presente, incluye la idea de discernimiento y elección. Véase Am 3.2 nota.]

antes de que nacieras, ya te había yo apartado;

te había destinado a ser profeta de las naciones.»

6Yo contesté:

«¡Ay, Señor! ¡Yo soy muy joven y no sé hablar!»

7Pero el Señor me dijo:

«No digas que eres muy joven.

Tú irás a donde yo te mande,

y dirás lo que yo te ordene.

8No tengas miedo de nadie,

pues yo estaré contigo para protegerte.

Yo, el Señor, doy mi palabra.»

9Entonces el Señor extendió la mano, me tocó los labios y me dijo:

10«Yo pongo mis palabras en tus labios.[#1.9-10 Cf. Dt 18.18, donde casi con estos mismos términos el Señor promete que nunca dejará de enviar a su pueblo profetas como Moisés. Así se pone de manifiesto que Jeremías se sitúa en la corriente profética inaugurada por el libertador de Israel (cf. Dt 34.10).]

Hoy te doy plena autoridad

sobre reinos y naciones,

para arrancar y derribar,

para destruir y demoler,

y también para construir y plantar.»

11El Señor se dirigió a mí, y me dijo:

«Jeremías, ¿qué es lo que ves?»

«Veo una rama de almendro» —contesté.

12«Tienes razón —me dijo el Señor.

En efecto, voy a estar atento

a que mis palabras se cumplan.»

13El Señor se dirigió a mí por segunda vez:

«¿Qué es lo que ves?» —me preguntó.

«Veo una olla hirviendo,

a punto de derramarse desde el norte» —contesté.

14Entonces el Señor me dijo:

«Desde el norte va a derramarse la calamidad

sobre todos los habitantes de este país.

15Yo, el Señor, les aseguro

que voy a llamar a todos los reinos del norte.

Vendrán sus reyes

y pondrán sus tronos

a la entrada misma de Jerusalén,

frente a todas las murallas que la rodean

y frente a todas las ciudades de Judá.

16Este es el castigo que voy a decretar

contra esos pecadores que me abandonaron,

que quemaron incienso y adoraron

a dioses extranjeros que ellos mismos hicieron.

17Y tú, ármate de valor;

ve y diles todo lo que yo te mande.

No les tengas miedo, porque de otra manera

yo te haré temblar delante de ellos.

18Yo te pongo hoy

como ciudad fortificada,

como columna de hierro,

como muralla de bronce,

para que te enfrentes a todo el país de Judá:

a sus reyes, jefes y sacerdotes, y al pueblo en general.

19Ellos te harán la guerra, pero no te vencerán

porque yo estaré contigo para protegerte.

Yo, el Señor, doy mi palabra.»

Texto © Sociedades Bíblicas Unidas, 1994.
Published by: United Bible Societies