Ezequiel 9

Ezequiel 9

Visión del castigo de Jerusalén

1Después oí una voz muy fuerte, que me gritó al oído: «¡Ya llegan los que van a castigar la ciudad, cada uno con su arma de destrucción en la mano!»

2Vi entonces que seis hombres entraban por la puerta superior que da al norte, cada uno con un mazo en la mano. En medio de ellos venía un hombre vestido de lino, que llevaba a la cintura instrumentos de escribir. Entraron y se detuvieron junto al altar de bronce.[#9.2 Parecería que esta cifra deja abierta una esperanza: como el número siete representa la plenitud, el seis (siete menos uno) podría sugerir simbólicamente que el exterminio no iba a ser completo.; #9.2 El lino era la tela con que se hacían las vestiduras sacerdotales (Ex 28.42; Lv 16.23; 1 S 2.18; 2 S 6.14).; #9.2 Los instrumentos de escribir caracterizan la misión asignada a este hombre. A diferencia de los exterminadores, él debía trazar una señal salvadora en todos aquellos que no habían caído en la idolatría ni se habían contaminado con las cosas detestables que se cometían en Jerusalén (cf. v. 4).]

3Entonces la gloria del Dios de Israel se elevó de encima de los seres alados, donde había estado, y se dirigió a la entrada del templo. El Señor llamó al hombre vestido de lino que llevaba a la cintura instrumentos de escribir,

4y le dijo: «Recorre la ciudad de Jerusalén, y pon una señal en la frente de los que sientan tristeza y pesar por todas las cosas detestables que se hacen en ella.»[#9.4 Lit. una taw, la última letra del alfabeto hebreo. Como la taw, en la antigua escritura hebrea, tenía forma de cruz (x o + ), muchos cristianos han visto en esta señal una referencia profética a la cruz de Cristo.; #9.4 En la primera noche pascual, la señal de la sangre había librado del exterminio a los primogénitos de los israelitas (Ex 12.13). En el caso de Ezequiel, la liberación por la señal en la frente evoca la idea del «resto», frecuente en los escritos proféticos. Véase Ez 5.3 n.]

5-6Luego oí que les decía a los otros hombres: «Vayan tras él a recorrer la ciudad y, comenzando por mi templo, maten sin ninguna compasión a ancianos, jóvenes, muchachas, niños y mujeres. Pero no toquen a nadie que tenga la señal.» Ellos, entonces, comenzaron por los ancianos que estaban delante del templo.[#9.4-6 Cf. Ap 7.2-3; 9.4; 14.1.]

7Después les dijo: «Vayan al templo, y profánenlo; y llenen de cadáveres sus atrios.»

Ellos salieron y comenzaron a matar gente en la ciudad.

8Y mientras lo hacían, yo me quedé solo. Entonces me incliné hasta tocar el suelo con la frente, y lleno de dolor grité: «Señor, ¿vas a descargar tu ira sobre Jerusalén hasta destruir lo poco que queda de Israel?»[#9.8 Acerca del profeta como intercesor ante Dios en favor del pueblo, véanse Jer 15.1 notas a y b .]

9El Señor me respondió: «El pecado del pueblo de Israel y de Judá es muy grande. El país está lleno de crímenes; la ciudad está llena de injusticia. Piensan que yo he abandonado al país y que no veo lo que hacen.

10Pues no voy a tener ninguna compasión de ellos, sino que les voy a pedir cuentas de su conducta.»

11Entonces el hombre vestido de lino que llevaba a la cintura instrumentos de escribir, volvió y dijo: «Ya he cumplido la orden que me diste.»

Texto © Sociedades Bíblicas Unidas, 1994.
Published by: United Bible Societies