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1El año cuarto del gobierno de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá, mientras Baruc, hijo de Nerías, escribía lo que el profeta Jeremías le dictaba, dijo Jeremías a Baruc:[#45.1 Véase Jer 36.1 n.; #45.1 Acerca de Baruc, hijo de Nerías, el discípulo, secretario y estrecho colaborador de Jeremías, véase Jer 32.12 n.; #45.1 Cf. Jer 36.4,27-28,32.]
2-3«Tú, Baruc, dices: “¡Ay de mí! ¡El Señor no me da sino penas y dolores! Ya estoy cansado de llorar y no encuentro ningún alivio.” Pues el Señor dice respecto de ti,[#45.2-3 Esta expresión de desaliento trae a la memoria las «Confesiones» del profeta Jeremías (véase Jer 11.18—12.6 n.).]
4y me manda que te diga: “Yo destruyo lo que construí, y arranco lo que planté. Y lo mismo haré con toda la tierra.[#45.4 Sobre el uso de estos verbos, véase Jer 1.10 n.]
5¿Quieres pedir para ti algo extraordinario? Pues no lo pidas, porque yo voy a enviar calamidades sobre toda la humanidad. Pero al menos permitiré que conserves tu vida por dondequiera que vayas. Yo, el Señor, lo afirmo.”»[#45.5 El texto no especifica la naturaleza de la cosa extraordinaria que Baruc esperaba alcanzar. Sin embargo, el sentido de este oráculo divino es suficientemente claro: en medio de una crisis que amenazaba con no dejar nada en pie, era inútil pretender grandes cosas; debía contentarse con poner a salvo su vida. Cf. Jer 38.2.]