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1El Señor se dirigió a Jonás, hijo de Amitai, y le dijo:[#1.1 Cf. 2 R 14.25.]
2«Anda, vete a la gran ciudad de Nínive y anuncia que voy a destruirla, porque hasta mí ha llegado la noticia de su maldad.»[#1.2 Era la capital de Asiria, el imperio que en el 721 a.C. destruyó el reino del norte (Israel) y envió al exilio a muchos israelitas (cf. 2 R 14.1-23). Los profetas Nahúm (1.14—3.19) y Sofonías (2.13-15) anunciaron su destrucción, hecho que tuvo lugar en el año 612 a.C. Cuando se redactó el libro de Jonás, esa ciudad era símbolo de crueldad, de violencia y de hostilidad hacia el pueblo de Dios. Cf. Nah 1.1; 2.13—3.19. Véase Índice de mapas.; #1.2 Cf. Gn 18.20-21.]
3Pero Jonás, en lugar de obedecer, trató de huir del Señor, y se fue al puerto de Jope, donde encontró un barco que estaba a punto de salir para Tarsis; entonces compró pasaje y se embarcó para ir allá.[#1.3 era el puerto del Mediterráneo más cercano a Jerusalén (cf. 2 Cr 2.16; Hch 9.36). Véase Índice de mapas.; #1.3 Es difícil determinar con exactitud la localización de Tarsis. Algunos estudiosos la sitúan en la costa sudoeste de España; otros, en la isla de Cerdeña. De todas maneras, aquí se trata de un sitio al que podía llegarse en barco a través del mar Mediterráneo y que representaba para los israelitas el extremo occidental del mundo entonces conocido. Véase Sal 72.10 n.]
4Pero el Señor hizo que soplara un viento muy fuerte, y se levantó en alta mar una tempestad tan violenta que parecía que el barco iba a hacerse pedazos.[#1.4 A lo largo de todo el relato se pone en evidencia la acción de Dios, que dispone los acontecimientos conforme a sus designios. Jonás pretende ser infiel a su misión, pero el Señor, valiéndose de su dominio sobre los fenómenos de la naturaleza, ordena los acontecimientos para que el profeta cumpla la voluntad divina y de ese modo la palabra de Dios sea anunciada a los pueblos paganos. Cf. Jon 1.17(2.1); 2.10(11); 3.1-2.]
5Los marineros estaban llenos de miedo, y cada uno invocaba a su dios. Por fin, para aligerar el barco, echaron toda la carga al mar. Jonás, mientras tanto, había bajado a la bodega del barco, y allí se había quedado profundamente dormido.[#1.5 Cf. Gn 2.21.]
6Entonces el capitán fue a donde estaba Jonás, y le dijo:
—¿Qué haces tú ahí, dormilón? ¡Levántate y clama a tu Dios! Tal vez quiera ocuparse de nosotros y nos ponga a salvo.
7Entre tanto, los marineros se decían unos a otros:
—Vamos a echar suertes, para ver quién tiene la culpa de esta desgracia.
Echaron, pues, suertes, y Jonás resultó ser el culpable.
8Entonces le dijeron:
—Dinos por qué nos ha venido esta desgracia. ¿Qué negocio te ha traído aquí? ¿De dónde vienes? ¿Cuál es tu país? ¿De qué raza eres?
9Jonás les contestó:
—Soy hebreo, y rindo culto al Señor, el Dios del cielo, creador del mar y de la tierra.
10-11Jonás contó a los marineros que él estaba huyendo del Señor, y ellos, al oírlo y al ver que el mar se agitaba más y más, sintieron mucho miedo y le preguntaron:[#1.11 Cf. Job 22.10-11; Is 8.7; 30.27-28.]
—¿Por qué has hecho esto? ¿Qué podemos hacer contigo para que el mar se calme?
12—Pues échenme al mar, y el mar se calmará —contestó Jonás—. Yo sé bien que soy el culpable de que esta tremenda tempestad se les haya venido encima.
13Los marineros se pusieron a remar con todas sus fuerzas para acercarse a tierra, pero no lo lograron, porque el mar se embravecía cada vez más.
14Entonces clamaron al Señor y dijeron: «Señor, no nos dejes morir por culpa de este hombre. Y si es inocente, no nos hagas responsables de su muerte, porque tú, Señor, actúas según tu voluntad.»[#1.14 Cf. Dt 21.8-9; Jer 26.15-16.]
15Dicho esto, echaron a Jonás al mar, y el mar se calmó.
16Al verlo, los marineros sintieron una profunda reverencia por el Señor, y le ofrecieron un sacrificio y le hicieron promesas.
1717 (2.1) Entre tanto, el Señor había dispuesto un enorme pez para que se tragara a Jonás. Y Jonás pasó tres días y tres noches dentro del pez.[#1.17—2.10 (2.1-11) Los números entre paréntesis corresponden al texto hebreo.; #1.17 (2.1) El texto no identifica la naturaleza de este gran pez; sólo indica que, gracias a su intervención, Jonás se salvó de la muerte y pudo volver a tierra para dar cumplimiento a su misión.; #1.17 (2.1) Cf. Mt 12.38-40, donde Jesús, frente a la incredulidad de los que reclaman de él una señal milagrosa, remite a la señal de Jonás. Véase Introducción a Jonás; cf. también Mt 16.1-4; Lc 11.29-32.]