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1«Cuando llegue ese momento —dice el Señor—,
haré que cambie la suerte de Judá y Jerusalén.
2Reuniré a todas las naciones,
las llevaré al valle de Josafat
y allí las juzgaré por lo que hicieron con mi pueblo Israel.
Pues dispersaron a los israelitas por todo el mundo,
y se repartieron mi país.
3Se repartieron mi pueblo echándolo a suertes,
vendieron a los niños y a las niñas,
y luego se gastaron el dinero
en vino y prostitutas.
4»¿Qué quieren ustedes de mí, Tiro, Sidón y Filistea? ¿Quieren vengarse de mí? ¿Quieren cobrarse algo? ¡Pues muy pronto les daré su merecido![#4.4 Véanse Jos 11.8 n.; 1 R 5.15 n. e Índice de mapas .; #4.4 Véanse Jos 13.3 nota * e Índice de mapas .]
5Ustedes robaron mi plata y mi oro, y se llevaron mis tesoros a sus templos.
6Se llevaron lejos a la gente de Judá, a los habitantes de Jerusalén, y los vendieron como esclavos a los griegos.[#4.6 lit. habitantes de Javán. Estas poblaciones griegas habían ocupado la costa occidental de Asia Menor y algunas islas del mar Egeo (cf. Gn 10.2-4).]
7Pero yo voy a sacarlos del lugar donde los vendieron, y voy a hacer que ustedes sufran la misma suerte.
8Venderé sus hijos e hijas a los judíos, para que ellos los vendan a los sabeos, gente de tierras lejanas. Yo, el Señor, lo he dicho.»[#4.8 Los sabeos, o habitantes de Sabá (al sudoeste de Arabia) eran proveedores de incienso, especias, oro y piedras preciosas. Cf. 1 R 10.1-2; Job 6.19; Is 60.6; Jer 6.20; Ez 27.22-23.]
9Anuncien esto a las naciones:[#4.9 El fin de los tiempos se describe a veces como una gran batalla, en la que el Señor triunfará sobre las fuerzas del mal y hará prevalecer la justicia (cf. Ez 39.1-10). Varios textos extrabíblicos pertenecientes al género apocalíptico, como algunos de los descubiertos en Qumrán, a orillas del Mar Muerto, desarrollan ese tema con más amplitud.]
¡Declaren la guerra santa!
¡Llamen a los valientes!
¡Que vengan y avancen los guerreros!
10Que hagan espadas de sus azadones
y lanzas de sus hoces,
y que el débil diga: «¡Yo soy fuerte!»
11Todas ustedes, naciones vecinas,
¡dense prisa, vengan a reunirse!
¡Que aun el pacífico se convierta en un guerrero!
12Prepárense las naciones
y acudan al valle de Josafat,
pues allí juzgará el Señor
a todas las naciones vecinas.
13Porque ellos son tan malvados,
córtenlos como a trigo maduro,
pues ya es el tiempo de la cosecha;
aplástenlos como a uvas,
pues ya está todo listo para hacer el vino.
14Hay grandes multitudes en el valle de la Decisión,
porque ya está cerca el día del Señor.
15El sol y la luna se oscurecen
y las estrellas pierden su brillo.
16Cuando el Señor hace oír su voz de trueno
desde el monte Sión, en Jerusalén,
el cielo y la tierra se ponen a temblar.
Pero el Señor es un refugio protector
para los israelitas, que son su pueblo.
17«Ustedes reconocerán que yo, el Señor su Dios,
vivo en Sión, mi santo monte.
Jerusalén será una ciudad santa:
jamás volverán a conquistarla los extranjeros.
18En aquel día, el vino y la leche
correrán como agua por montes y colinas,
y los arroyos de Judá llevarán agua en abundancia.
De mi templo brotará un manantial
que regará el valle de Sitim.
19Egipto quedará en ruinas,
y Edom será convertido en un desierto,
porque atacaron a los habitantes de Judá
y en su país derramaron sangre inocente.
20-21Yo vengaré su muerte; no perdonaré al culpable.[#4.20-21 según versiones antiguas. Heb. oscuro.]
Pero Judá y Jerusalén estarán siempre habitadas,
y yo, el Señor, viviré en el monte Sión.»