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1El día diez del mes décimo del año noveno, el SEÑOR me habló:[#24:1 Se trata del año noveno del exilio, el 588 a. C., fecha en que el rey Nabucodonosor comenzó el sitio de Jerusalén.]
2«Hijo de hombre, escribe la fecha de hoy y la siguiente nota: El día de hoy el rey de Babilonia atacó a Jerusalén.
3Dile al pueblo rebelde que el Señor DIOS les envía la siguiente parábola:
»Coloca la olla sobre el fuego
y ponle agua.
4Agrégale pedazos de carne,
los mejores cortes de pierna y lomo,
y lo mejor de los huesos de la mejor oveja del rebaño.
5Amontona leña debajo de ella
para que hierva bien el agua
y los huesos queden bien cocidos.
6»Por lo tanto el Señor DIOS dice:
¡Ay de Jerusalén, ciudad sanguinaria!
¡Ay de esa olla sucia!
Saca todos los pedazos de carne,
pero no se los des a nadie.
7Todavía tenía sangre en ella.
Derramaron la sangre en la piedra del altar
en vez de derramarla en el suelo
y cubrirla con polvo,
como lo indica la ley.
8Yo la coloqué sobre la piedra
para que el polvo no la cubriera,
y así se encendiera mi ira
e incitara a la venganza
del derrame de sangre inocente.
9»Por lo tanto, dice el Señor DIOS:
¡Ay de la ciudad sanguinaria!
Yo mismo echaré más leña al fuego.
10¡Echa más leña y enciende el fuego!
Cocina bien la carne hasta que quede bien cocida y prepara las especias.
Que se quemen bien los huesos.
11Pon la olla vacía sobre el carbón
para que el cobre esté al rojo vivo.
Que se acaben sus impurezas
y se consuma su óxido.
12»Está tan oxidada que es imposible limpiarla.
Ni el fuego la purifica.
13»He tratado de purificarte de tu repugnante libertinaje, pero como no has querido ser pura, ya no trataré de purificarte más, hasta que mi ira te consuma. Yo, el SEÑOR, he dicho.
14Ha llegado la hora de hacer lo que les dije. No me detendré ni pasaré por alto nada. No tendré compasión. Recibirás el castigo por tu conducta y todas tus malas acciones. Es la decisión del Señor DIOS».
15Luego el SEÑOR me dijo:
16«Mira, hijo de hombre, en un abrir y cerrar de ojos te arrebataré la luz de tu vida, pero no te lamentes ni llores. Que no te salgan lágrimas.
17Gime en silencio, como si estuvieras muerto. No guardes el luto acostumbrado. Ponte tu turbante y tus sandalias, como siempre. No te cubras con velo el bigote ni comas la comida que te traen para consolarte».
18Mi esposa murió en la noche, y en la mañana le avisé al pueblo. A la mañana siguiente hice lo que se me había ordenado.
19El pueblo me preguntó si le iba a decir lo que significaba todo esto.
20Les dije: «El SEÑOR me dijo
21que le dijera al pueblo de Israel: Mira, voy a destruir mi lugar sagrado, el orgullo de sus cantos, el templo que les da alegría, el centro de sus afectos. Sus hijos e hijas abandonados morirán a filo de espada.
22Y ustedes harán lo mismo que yo. No cubrirán con velo su bigote ni comerán la comida que se trae para consolar a los deudos.
23Sino que, como de costumbre, se pondrán su turbante y sus sandalias. No harán duelo ni llorarán, sino que se pudrirán de culpa gimiendo unos con otros.
24Ezequiel les servirá de señal. Cuando eso suceda, ustedes harán todo lo que él ha hecho, y entonces aprenderán que yo soy el Señor DIOS.
25»En cuanto a ti, hijo de hombre, el día en que les quite su fortaleza, su gozo maravilloso, el templo que les da alegría y el centro de sus afectos, y sus hijos e hijas,
26vendrá un fugitivo a avisarte.
27Ese mismo día se te soltará la lengua, igual que al fugitivo, y podrás hablar. Servirás de señal, y entonces aprenderán que yo soy el SEÑOR».