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1El rey Salomón dijo:
«Yo soy un ser mortal
como todos los demás.
Soy descendiente
del primer humano
creado del polvo de la tierra,
y mi cuerpo fue formado
en el seno de mi madre.
2Durante nueve meses
su sangre me dio forma.
Soy el fruto del amor
de mi padre y de mi madre.
3»Cuando nací,
me recibió la tierra
como recibe a todos por igual.
Y como todos al nacer,
lo primero que hice fue llorar y respirar.
4Mi madre me envolvió en pañales,
y todos me cuidaron con cariño.
5»Los que somos reyes,
nacemos igual que todos.
6Del mismo modo llegamos a la vida,
y del mismo modo la abandonamos.
7»Yo pedí a Dios
sabiduría y prudencia,
y las recibí sin medida.
8No hay tesoro más valioso
que la sabiduría de Dios.
9Por eso, ni riquezas
ni piedras preciosas
valen tanto para mí.
El oro, frente a ella,
vale igual que un puñado de arena.
La plata, con su brillo,
vale tanto como el barro.
10»Amo la sabiduría
más que a la belleza y la salud.
La prefiero más que el día,
porque este termina al caer la noche,
pero la sabiduría nunca se acaba.
11»Fue la sabiduría
quien me trajo bienes y riquezas.
12Gocé de todos esos bienes,
sin saber que ellos
vienen de la sabiduría.
13La estudio con sinceridad,
la comparto sin envidia,
y no guardo para mí su riqueza.
14Dios aprueba la sabiduría
y la recomienda.
Ella es un tesoro
que nunca se acaba.
Los sabios son amigos de Dios.
15»Ruego a Dios que yo pueda
hablar como es debido,
y que mis pensamientos
merezcan los dones que él me dio.
Solo Dios muestra
el camino a la sabiduría;
solo él enseña a los sabios.
16Nuestras vidas,
nuestras palabras,
y lo que somos capaces de hacer
están en las manos de Dios.
17»Dios me enseñó
cómo está hecho el mundo,
y para qué sirve todo lo que existe.
18Me enseñó a conocer el pasado,
el presente y el futuro.
También me dio a conocer
los movimientos del sol,
los cambios de las estaciones,
19de los días y los meses,
y la posición de los planetas
y las estrellas.
20»Dios me enseñó
cómo viven los animales,
tanto domésticos como salvajes.
Dios también me enseñó
los movimientos del viento;
me hizo conocer las distintas
clases de plantas y sus raíces.
Pero, sobre todo,
Dios me enseñó a conocer
el pensamiento de la gente.
21»Así aprendí a conocerlo todo,
tanto lo que se ve
como lo que no se ve.
»La sabiduría,
que creó todo cuanto existe,
fue la que me regaló
ese conocimiento».
22Salomón continuó diciendo:
«La sabiduría es inteligente,
única, libre, movible y clara;
es pura, está en todo, y ama el bien.
23Es generosa y siempre hace lo bueno;
ama a la gente y es buena observadora.
»Entra en el pensamiento de todos:
de los inteligentes, de los puros
y de los que admiran la belleza.
24Se mueve con más rapidez
que cualquier otra cosa,
y como es tan pura
lo atraviesa y penetra todo.
25»La sabiduría es una demostración
del poder de Dios;
es un resplandor
del Dios perfecto y todopoderoso.
Por eso nada impuro
puede penetrar en ella.
26Es un reflejo de la luz eterna,
¡imagen del poder y la bondad de Dios!
27»Como la sabiduría
no tiene quien la iguale,
puede hacerlo todo
y renovar todo lo creado.
»En todas las épocas,
se hace amiga de la gente buena,
y la hace amiga de Dios
y la convierte en su mensajera.
28Dios ama muchísimo
a los que viven unidos a la sabiduría.
29»La sabiduría
es más brillante que el sol
y que todas las estrellas.
Brilla más que la luz del día.
30La noche vence a la luz,
pero a la sabiduría no la vence
ni el poder del mal.