Salmos 102

SALMO 102 (101)

Oración de un afligido

2Señor, escucha mi oración,

¡permite que mi grito llegue a ti!

3No escondas de mí tu rostro

cuando me encuentre angustiado;

¡dígnate escucharme!,

¡respóndeme pronto cuando te llame!

4Pues mi vida se acaba como el humo,

mis huesos arden como brasas,

5mi corazón está decaído

como la hierba marchita;

¡ni aun deseos tengo de comer!

6La piel se me pega a los huesos

de tanto gemir.

7Soy como una lechuza del desierto,

como un búho entre las ruinas.

8No duermo.

Soy como un pájaro solitario en el tejado.

9Mis enemigos me ofenden sin cesar

y usan mi nombre para maldecir.

10En vez de pan, como ceniza;[#102.10 expresión hiperbólica, que indica una aflicción extrema. Para los antiguos israelitas, echarse ceniza (o polvo) sobre la cabeza (2 S 13.19; Lm 2.10) y sentarse o acostarse sobre ceniza (Est 4.3; Job 42.6) eran señal de duelo o de gran dolor.]

en mi bebida se mezclan mis lágrimas,

11por causa de tu enojo y tu furor,

pues me alzaste para derribarme después.

12Mis días pasan como una sombra;[#102.12 Job 8.9; 14.2; Sal 39.6-7; 109.23.]

me voy marchitando como la hierba.

13Pero tú, Señor, reinas por siempre;

¡tu nombre será siempre recordado!

14Levántate, compadécete de Sión,

pues ya se cumplió el tiempo;

¡ya es hora de que la perdones!

15Tus siervos aman sus piedras;

sienten dolor por sus ruinas.

16Todas las naciones y reyes de la tierra

honrarán el nombre glorioso del Señor

17cuando él reconstruya a Sión

y aparezca en su gloria,

18cuando atienda a la oración del desamparado

y no desoiga sus ruegos.

19Que esto quede escrito

para las generaciones futuras,

para que alaben al Señor

los que aún han de nacer.

20El Señor miró la tierra desde el cielo,

desde su santa altura,

21para atender los lamentos de los prisioneros

y libertar a los condenados a muerte;

22para que en Sión, en Jerusalén,

se proclame y se alabe el nombre del Señor

23cuando gentes de todas las naciones

se reúnan para adorarlo.

24Él me ha quitado fuerzas a medio camino;

ha hecho más corta mi vida.

25Yo le digo: «Dios mío,

no me lleves en la mitad de mi vida.»

¡Tus años no tienen fin!

26Afirmaste la tierra desde el principio;

tú mismo hiciste el cielo.

27Todo ello dejará de existir,

pero tú permaneces firme.

Todo ello se gastará, como la ropa;

¡tú lo cambiarás y quedará cambiado,

como quien se cambia de ropa!

28Pero tú eres el mismo;

tus años nunca terminarán.

29Darás seguridad a los descendientes de tus siervos;

en tu presencia misma los establecerás.

Texto Bíblico: Dios habla hoy © Sociedades Bíblicas Unidas, 1966, 1970, 1979, 1983, 1994.
Published by: United Bible Societies