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1Seis días después, Jesús tomó aparte a Pedro y a los hermanos Santiago y Juan y los llevó a un monte alto.
2Allí se transfiguró en presencia de ellos. Su rostro resplandeció como el sol y su ropa se volvió blanca como la luz.[#28,3; Ap 1,14.]
3En esto, los discípulos vieron a Moisés y Elías conversando con él.[#Dt 18,15.18; 34,10-12; 1 Re 17,1–2 Re 2,15.]
4Pedro dijo a Jesús:
—¡Señor, qué bien estamos aquí! Si quieres, haré aquí tres cabañas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
5Aún estaba hablando Pedro, cuando quedaron envueltos en una nube luminosa de donde procedía una voz que decía:
—Este es mi Hijo amado, en quien me complazco. Escúchenlo.
6Al oír esto, los discípulos se postraron rostro en tierra, sobrecogidos de miedo.
7Pero Jesús, acercándose a ellos, los tocó y les dijo:
—Levántense, no tengan miedo.
8Ellos alzaron los ojos, y ya no vieron a nadie más que a Jesús.
9Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó:
—No cuenten esta visión a nadie hasta que el Hijo del hombre haya resucitado.
10Los discípulos le preguntaron:
—¿Por qué dicen los maestros de la ley que Elías tiene que venir primero?
11Jesús les contestó:
—Es cierto que Elías ha de venir y ha de ponerlo todo en orden.
12Pero yo les aseguro que Elías ya vino, aunque ellos no lo reconocieron, sino que lo maltrataron a su antojo. Y el Hijo del hombre va a sufrir de la misma manera a manos de ellos.
13Entonces los discípulos cayeron en la cuenta de que Jesús estaba refiriéndose a Juan el Bautista.
14Cuando volvieron adonde estaba la gente, un hombre se acercó a Jesús y, puesto de rodillas delante de él,
15le dijo:
—Señor, ten compasión de mi hijo. Le dan ataques que le hacen sufrir lo indecible y muchas veces se arroja al fuego o al agua.
16Lo he traído a tus discípulos, pero no han podido sanarlo.
17Jesús exclamó:
—¡Gente incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo habré de estar entre ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganme aquí al muchacho.
18Enseguida dio una orden, salió del muchacho el demonio y en aquel mismo instante quedó curado.
19Más tarde se acercaron a Jesús los discípulos y le preguntaron aparte:
—¿Por qué nosotros no pudimos expulsar ese demonio?
20Jesús les contestó:
—Porque ustedes no tuvieron fe. Les aseguro que si tuvieran fe, aunque solo fuera como un grano de mostaza, le dirían a este monte: «¡Quítate de ahí y ponte allí!», y el monte cambiaría de lugar. Nada les resultaría imposible.[
21Pero este género de demonios solo sale por medio de oración y ayuno].[#17,21: Varios mss. omiten este versículo.]
22Estando todos reunidos en Galilea, Jesús dijo a sus discípulos:
—El Hijo del hombre va a ser entregado a hombres
23que lo matarán, pero al tercer día resucitará.
Al oír esto, los discípulos se entristecieron mucho.
24Cuando llegaron a Cafarnaún, se dirigieron a Pedro los encargados de recaudar los impuestos del Templo y le preguntaron:
—¿No paga el Maestro de ustedes el impuesto del Templo?
25Pedro les contestó:
—Sin duda que sí.
Más tarde, al llegar Pedro a casa, Jesús lo abordó, diciéndole:
—Simón, ¿qué te parece? Los reyes de este mundo, ¿de quiénes perciben impuestos y tributos? ¿De sus propios súbditos o de los extranjeros?
26Pedro contestó:
—De los extranjeros.
Y Jesús añadió:
—Por tanto, los súbditos están exentos.
27Pero, en fin, para que nadie se ofenda, acércate al lago y echa el anzuelo al agua. En la boca del primer pez que pesques encontrarás la moneda precisa. Págales con ella el impuesto por ti y por mí.