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1El reino de los cielos puede compararse al amo de una finca que salió una mañana temprano a contratar jornaleros para su viña.[#21,28.33.]
2Convino con los jornaleros en pagarles el salario correspondiente a una jornada de trabajo, y los envió a la viña.*
3Hacia las nueve de la mañana salió de nuevo y vio a otros jornaleros que estaban en la plaza sin hacer nada.
4Les dijo: «Vayan también ustedes a la viña. Les pagaré lo que sea justo».
5Y ellos fueron. Volvió a salir hacia el mediodía, y otra vez a las tres de la tarde, e hizo lo mismo.
6Finalmente, sobre las cinco de la tarde, volvió a la plaza y encontró otro grupo de desocupados. Les preguntó: «¿Por qué están aquí todo el día sin hacer nada?».
7Le contestaron: «Porque nadie nos ha contratado». Él les dijo: «Pues vayan también ustedes a la viña».
8Al anochecer, el amo de la viña ordenó a su capataz: «Llama a los jornaleros y págales su salario, empezando por los últimos hasta los primeros».[#Lv 19,13; 24,14-15.]
9Se presentaron, pues, los que habían comenzado a trabajar sobre las cinco de la tarde y cada uno recibió el salario correspondiente a una jornada completa.
10Entonces los que habían estado trabajando desde la mañana pensaron que recibirían más; pero, cuando llegó su turno, recibieron el mismo salario.
11Así que, al recibirlo, se pusieron a murmurar contra el amo
12diciendo: «A estos que solo han trabajado una hora, les pagas lo mismo que a nosotros, que hemos trabajado toda la jornada soportando el calor del día».
13Pero el amo contestó a uno de ellos: «Amigo, no te trato injustamente. ¿No convinimos en que trabajarías por esa cantidad?
14Pues tómala y vete. Si yo quiero pagar a este que llegó a última hora lo mismo que a ti,
15¿no puedo hacer con lo mío lo que quiera? ¿O es que mi generosidad va a provocar tu envidia?».[#ver 6,23.]
16Así, los que ahora son últimos serán los primeros, y los que ahora son primeros serán los últimos.[#Mc 10,31; Lc 13,30.]
17Cuando Jesús iba de camino subiendo hacia Jerusalén, llamó aparte a los doce discípulos y les dijo:
18—Ya ven que estamos subiendo a Jerusalén. Allí el Hijo del hombre será entregado a los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la ley que lo condenarán a muerte;[#16,21 y par.; 17,22 y par.; 26,2.]
19luego lo pondrán en manos de extranjeros para que se burlen de él, lo golpeen y lo crucifiquen. Pero al tercer día resucitará.
20Por entonces se presentó a Jesús la madre de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, y se puso de rodillas con intención de pedirle algo.[#4,21.]
21Jesús le preguntó:
—¿Qué es lo que deseas?
Ella dijo:
—Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.
22Jesús respondió:
—No saben lo que están pidiendo. ¿Pueden beber ustedes la misma copa de amargura que yo estoy a punto de beber?
Ellos le contestaron:
—¡Sí, podemos beberla!
23Jesús les dijo:
—Pues bien, beberán mi copa de amargura; pero el que se sienten el uno a mi derecha y el otro a mi izquierda, no es cosa mía concederlo; eso es para quienes mi Padre lo ha reservado.
24Cuando los otros diez discípulos oyeron esto, se sintieron muy molestos con los dos hermanos.
25Pero Jesús los reunió y les dijo:
—Como muy bien saben ustedes, los que gobiernan las naciones las someten a su dominio, y los poderosos las rigen despóticamente.
26Pero entre ustedes no debe ser así. Antes bien, si alguno quiere ser grande, que se ponga al servicio de los demás;[#23,11; Mc 9,35; Lc 9,48; 22,25-27.]
27y si alguno quiere ser principal, que se haga servidor de todos.
28De la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida en pago de la libertad de todos.[#Flp 2,7; 1 Tm 2,6.]
29Cuando salían de Jericó, una multitud acompañaba a Jesús.
30En esto, dos ciegos que estaban sentados junto al camino, al oír que Jesús pasaba por allí, se pusieron a gritar:
—¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros!
31La gente les decía que se callaran, pero ellos gritaban cada vez más:
—¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros!
32Entonces Jesús se detuvo, los llamó y les preguntó:
—¿Qué quieren que haga por ustedes?
33Los ciegos le contestaron:
—Señor, que podamos ver.
34Jesús, conmovido, les tocó los ojos, y al punto los ciegos recobraron la vista y se fueron tras él.[#9,36 y par.]