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1En aquel tiempo, Judá se apartó de sus hermanos y se fue a vivir a la casa de un hombre llamado Hirá, que era del pueblo de Adulam.
2Allí conoció a la hija de un cananeo llamado Súa, y se casó con ella. Cuando se unieron,
3ella quedó embarazada y tuvo un hijo, al cual llamó Er.
4Volvió a quedar embarazada y tuvo otro hijo, al cual llamó Onán.
5Todavía volvió a tener otro hijo, al cual llamó Selá, que nació cuando Judá estaba en Quezib.[#38.5 La versión griega (LXX) y otras traducciones antiguas dicen ella en lugar de Judá .]
6Judá casó a Er, su hijo mayor, con una mujer llamada Tamar.
7Pero al Señor no le agradaba la mala conducta de Er, y le quitó la vida.
8Entonces Judá le dijo a Onán:
—Únete a la viuda de tu hermano y cumple así con tu deber de cuñado, para que tu hermano pueda tener descendientes por medio de ti.
9Pero Onán sabía que los hijos que nacieran no serían considerados suyos. Por eso, cada vez que se unía con la viuda de su hermano, procuraba que ella no quedara embarazada, para que su hermano no tuviera descendientes por medio de él.[#38.9 Lit. desperdiciaba en tierra, es decir, interrumpía la unión sexual para evitar un posible embarazo.]
10El Señor se disgustó mucho por lo que Onán hacía, y también a él le quitó la vida.[#38.10 La culpa de Onán consistió en negarse a cumplir con su obligación respecto de su hermano difunto.]
11Entonces Judá le dijo a su nuera Tamar:
—Quédate viuda en la casa de tu padre, hasta que mi hijo Selá sea mayor de edad.
En realidad, Judá pensaba que también Selá podría morir como sus hermanos. Así Tamar se fue a vivir a la casa de su padre.
12Pasó el tiempo y murió la esposa de Judá, la hija de Súa. Cuando Judá dejó de guardar luto, fue al pueblo de Timnat, donde estaban los que trasquilaban sus ovejas, y su amigo Hirá el adulamita lo acompañó.[#38.12 Véase Jue 14.1 n.]
13Cuando Tamar supo que su suegro había ido a Timnat a trasquilar sus ovejas,
14se quitó el vestido de viuda, se cubrió con un velo para que nadie la reconociera, y se sentó a la entrada del pueblo de Enaim, que está en el camino a Timnat. Hizo esto porque se dio cuenta de que Selá ya era mayor de edad, y sin embargo no la habían casado con él.
15Cuando Judá la vio, pensó que era una prostituta, pues ella se había cubierto la cara.[#38.15 En este v., la palabra hebrea designa a una prostituta común (véase 1 R 3.16 n.); en los vv. 21-22, en cambio, se emplea otro término, que significa más específicamente prostituta ritual. En algunos templos cananeos, la prostitución ritual formaba parte del culto de la fertilidad (véase 1 R 14.24 n.).]
16Entonces se apartó del camino para acercarse a ella y, sin saber que era su nuera, le dijo:
—¿Me dejas acostarme contigo?
—¿Qué me vas a dar por acostarte conmigo? —le preguntó ella.
17—Voy a mandarte uno de los cabritos de mi rebaño —contestó Judá.
—Está bien —dijo ella—, pero déjame algo tuyo como prenda hasta que me lo mandes.
18—¿Qué quieres que te deje? —preguntó Judá.
—Dame tu sello con el cordón, y el bastón que tienes en la mano —respondió ella.
Judá se los dio y se acostó con ella, y la dejó embarazada.
19Después Tamar fue y se quitó el velo que tenía puesto, y volvió a ponerse su vestido de viuda.
20Más tarde Judá mandó el cabrito por medio de su amigo adulamita, para que la mujer le devolviera las prendas, pero su amigo ya no la encontró.
21Entonces les preguntó a los hombres de ese lugar:
—¿Dónde está esa prostituta de Enaim, la que estaba junto al camino?
—Aquí no ha estado ninguna prostituta —le contestaron.
22Entonces él regresó a donde estaba Judá, y le dijo:
—No encontré a la mujer, y además los hombres del lugar me dijeron que allí no había estado ninguna prostituta.
23Y Judá contestó:
—Pues que se quede con las cosas, para que nadie se burle de nosotros; pero que conste que yo mandé el cabrito y tú no la encontraste.
24Como tres meses después, vinieron a decirle a Judá:
—Tamar, la nuera de usted, se ha acostado con otros hombres, y como resultado de ello ha quedado embarazada.
—¡Sáquenla y quémenla! —gritó Judá.
25Pero cuando la estaban sacando, ella le mandó decir a su suegro: «El dueño de estas cosas es el que me dejó embarazada. Fíjese usted a ver de quién son este sello con el cordón y este bastón.»
26Cuando Judá reconoció las cosas, dijo: «Ella ha hecho bien, y yo mal, porque no la casé con mi hijo Selá.» Y nunca más volvió a acostarse con ella.[#38.26 Judá reconoce que la conducta de Tamar estaba justificada por el egoísmo de Onán (cf. v. 9) y por su propia injusticia al no darle como esposo a su hijo Selá (cf. v. 14).; #38.26 Una relación no destinada a cumplir con la ley del levirato hubiera sido incesto.]
27El día que Tamar dio a luz, tuvo mellizos.
28Al momento de nacer, uno de ellos sacó la mano. Entonces la partera le ató un hilo rojo en la mano, y dijo: «Este salió primero.»[#38.28 Esta señal quiere dejar constancia de cuál de los dos niños nació primero. Sin embargo, el segundo resultó ser el preferido. Véanse Gn 25.31 n.; 27.1-40 n.]
29Pero en ese momento el niño metió la mano, y fue su hermano el que nació primero. Por eso la partera lo llamó Fares, pues dijo: «¡Cómo te abriste paso!»[#38.29 es la transcripción de un nombre hebreo que significa abertura o brecha. Sin indicar expresamente que Fares fue uno de los antepasados del rey David (cf. Rt 4.18-22), el texto hace ver cómo la audaz decisión de Tamar aseguró la supervivencia del que sería más tarde el linaje davídico. Nótese asimismo el paralelismo de este episodio con la historia de José, que fue llevado providencialmente a Egipto para salvarles la vida de una manera extraordinaria a los descendientes de Jacob (Gn 45.7).]
30Luego nació el otro niño, el que tenía el hilo rojo en la mano, y lo llamó Zérah.[#38.30 significa, en hebreo, brillo, luz o resplandor. El término se refiere aquí al color rojo del hilo que la partera ató en la mano del primer niño. Cf. Nm 26.19-22.]