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11 (2) ¡El Señor es grande!
¡Nuestro Dios es digno de alabanza
en su ciudad y en su santo monte!
22 (3) ¡Qué hermosa altura la del monte Sión,
allá, en el extremo norte!
¡Es la alegría de toda la tierra!
¡Es la ciudad del gran Rey!
33 (4) Dios está en los palacios de Jerusalén;
Dios se ha dado a conocer como un refugio seguro.
44 (5) Pues los reyes se reunieron
y juntos avanzaron contra ella;
55 (6) pero al ver la ciudad se sorprendieron,
se inquietaron y huyeron.
66 (7) El miedo se adueñó de ellos:
se retorcían de dolor, como mujer de parto;
77 (8) como el viento del este, que destroza los barcos de Tarsis.[#48.7 (8) Los barcos de Tarsis eran los que podían navegar en alta mar (Ez 27.25). En cuanto al sitio llamado Tarsis, aún no se ha podido localizar con exactitud. Algunos textos parecerían indicar que se trataba de un lugar situado en Arabia, en la India o en la costa africana (cf. 1 R 10.22; 22.48 [49]); otros, en cambio, sugieren más bien alguna localidad en las costas del Mediterráneo (cf. Jon 1.3). Algunos autores identifican a Tarsis con Tarteso, en la Península Ibérica, que en la antigüedad era considerada como uno de los extremos de la tierra.]
88 (9) En la ciudad de nuestro Dios,
el Señor todopoderoso,
hemos visto con nuestros ojos
lo mismo que nos habían contado:
¡Dios afirmará para siempre a Jerusalén!
99 (10) Oh Dios,
en medio de tu templo
pensamos en tu gran amor.
1010 (11) Oh Dios,
por toda la tierra eres alabado
como corresponde a tu nombre.
Con tu poder haces plena justicia.
1111 (12) ¡Que se alegre el monte Sión!
¡Que salten de alegría las ciudades de Judá
por tus justas decisiones!
1212 (13) Caminen alrededor de Sión
y cuenten las torres que tiene;
1313 (14) fíjense en su muralla y en sus palacios,
para que puedan contar
a las generaciones futuras
1414 (15) que así es nuestro Dios
por toda la eternidad.
¡Él es nuestro guía eternamente!