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2Dios mío, escucha mi queja;
protege mi vida de terribles enemigos.
3Escóndeme de los malvados
y de sus planes secretos;
líbrame de la conspiración de los malvados,
4que afilan su lengua como espada
y lanzan como flechas palabras venenosas.
5Desde su escondite disparan contra el inocente;
disparan por sorpresa y sin temor.
6Se animan entre sí a hacer lo malo;
planean poner trampas escondidas
y piensan que nadie podrá verlos,
7que nadie investigará sus maldades.
Pero aquel que puede conocer
los pensamientos más íntimos del hombre,
hará la investigación.
8Dios los herirá con sus flechas,
los herirá por sorpresa;
9caerán por sus propias palabras,[#64.9 o sea, que en el mismo pecado está el castigo. Esta idea aparece con frecuencia en los escritos sapienciales (Pr 26.27; Ec 10.8-9; Sab 11.16). Cf. Sal 7.16-17; 35.8; 141.10.]
y quienes los vean se burlarán de ellos.
10Todos entonces honrarán a Dios
y hablarán de sus acciones;
comprenderán lo que él ha hecho.
11El hombre bueno se alegrará en el Señor
y buscará protección en él,
y todos los hombres honrados
se sentirán satisfechos.